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Las tropas rebeldes de Congo asesinan a 500 civiles en una matanza que duró dos días

La orgía de sangre, entre tiros y machetazos, duró dos días, y cuando todo acabó, el 1 de enero, 500 civiles, entre ellos numerosas mujeres y niños, habían sido masacrados en la región de Kivu Sur, al este de la República Democrática de Congo, el antiguo Zaire, por las fuerzas rebeldes que desde agosto pasado se enfrentan al presidente Laurent Kabila. La información fue difundida ayer en Roma por Misna, una agencia de noticias de misioneros católicos, que afirma disponer de las listas de los muertos, proporcionadas por sus fuentes en el país africano.

Los detalles del horror eran ayer todavía escasos. Pero lo que comenzaba a emerger permitía apuntar que se trata de una de las mayores matanzas que ha vivido el país africano.La tragedia se desarrolló, de forma simultánea, en tres lugares distintos del pueblo de Makobola, a unos 15 kilómetros al sur de Uvira, en la región de Kivu Sur. "Familias enteras han sido masacradas, y los asesinos, de los que todavía desconocemos el número, parecían muy organizados: encerraron a los habitantes del pueblo, cortándoles toda posibilidad de fuga", explicó el padre Giulio Albanese, reponsable de la agencia de los misioneros.

"Estamos recibiendo los nombres poco a poco y el recuento todavía no ha finalizado", afirmó Albanese. "Fueron asesinados con machetes, a tiros. Es algo increíble".

Entre las víctimas figuran el pastor Kinyamagoya, de la Iglesia protestante de Makobola, asesinado junto con sus siete hijos. También pereció el jefe del equipo de la Cruz Roja, Elanga Mushunguto, su mujer, y sus cuatro niños. Venganza planeada

Para la agencia católica, los autores de la matanza son los rebeldes de la Unión Congoleña para la Democracia (UCD), quienes planearon esta masacre de fin de año en represalia por un ataque anterior de guerreros tradicionales Mai-Mai, que apoyan al presidente Kabila, y que el 29 de diciembre habían acabado con la vida de varios de sus soldados.

El comando que ejecutó la venganza estaba dirigido, siempre según la versión de Misna, por un comandante rebelde muy temido en la zona, de origen ruandés y conocido por el sobrenombre de Satán.

Los rebeldes banyamulengues (tutsis instalados en el este de Congo desde hace 200 años), están convencidos de que la población de la zona donde se produjo la masacre apoya a los guerreros Mai-Mai.

Sin embargo, ayer, el comandante guerrillero Jonas Padiri negó la información. "Es imposible, la zona de Uvira está tranquila, no hay problemas allí".

La zona de la matanza es una plaza fuerte de los rebeldes, y ya había sido escenario de otra carnicería a finales de agosto pasado, cuando se encontraron los cadáveres de más de 600 personas en los bosques cercanos a la ciudad de Kasika. También en aquella ocasión la responsabilidad de las muertes recayó sobre los rebeldes, que acusaban a los civiles de apoyar a las tropas gubernamentales.

Mientras, los combates se generalizan por todo el país, y aun sin conocerse esta última matanza, miles de personas están huyendo a la vecina República Centroafricana.

Desde el sábado, unas 5.000 personas, "traumatizadas y aterrorizadas", según Kris Janovski, portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), han abandonado la localidad de Zongo (al noroeste del país) ante el temor de que caiga en manos rebeldes.

El conflicto involucra a varios países africanos. Las tropas rebeldes cuentan con el apoyo de Ruanda y Uganda, mientras Angola, Zimbaue, Chad y Namibia respaldan a Kabila, que en mayo de 1997 derrocó al dictador Mobutu Sese Seko, 32 años en el poder.

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