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Reportaje:

Muerte en "el infierno de alta mar"

Vientos de 80 nudos arrasan la regata Sidney-Hobart y se cobran tres muertos y tres desaparecidos

Carlos Arribas

Pese a que la leyenda quería que la regata Sidney-Hobart fuera apodada el infierno de alta mar, la historia de una de las grandes tradiciones del deporte australiano estaba marcada hasta ayer por sólo dos muertos en sus 53 ediciones anteriores. Pero en la 54ª regata, la que salió el sábado pasado de la bahía de Sidney, el infierno dejó de ser una metáfora cuando vientos del Sur de hasta 80 nudos (80 millas por hora), combinados con fuertes mareas para levantar olas de hasta 20 metros de altura, arrasaron a gran parte de los 115 yates que formaban la flota. Las cuentas de la organización ya llegaban ayer a tres muertos seguros, tres desaparecidos con pocas esperanzas de ser rescatado, seis barcos abandonados en el mar de Tasmania, 68 competidores retirados de la regata y más de 40 navegantes izados desde sus barcos por helicópteros. Es la mayor tragedia ocurrida en una regata desde 1979, cuando 19 personas murieron y 23 barcos se hundieron en las costas de Inglaterra durante la Fastnet Race de la Admiral"s Cup.Más de 30 aeronaves participan en la búsqueda y rescate de los desaparecidos en lo que constituye el mayor dispositivo marítimo nunca organizado en Australia. Tuvieron un lunes muy ocupado. Primero localizaron el Business Post-Naiad, un barco sin mástil y volcado que había lanzado la víspera la baliza de socorro. Izaron a siete de sus nueve tripulantes, los vivos. Su propietario, Bruce Guy, había muerto de un infarto en el momento en que la fuerza del viento y las olas volcaron el yate. Uno de los marineros, Phil Skeggs, también australiano, falleció poco después, ahogado. Sus cadáveres se quedaron en el barco. "Sabíamos que estaban muertos", dijo un médico que participó en el rescate, llevado a cabo en condiciones penosas, con vientos de 50 kilómetros.

Una de las mayores preocupaciones eran los nueve tripulantes del Winston Churchill, una de las instituciones de la competición, un cutter de madera de 15,5 metros que ya participó en la regata inaugural, en las navidades de 1945. Sus tripulantes abandonaron el barco cuando una ola de 20 metros le arrancó de cuajo el mástil y le abrió una tremenda vía de agua. Ataron las dos lanchas, pero el mar las separó. Las fuerzas de rescate salvaron a los cuatro ocupantes de la primera, entre ellos al propietario, Richard Winning, "helados y calados, pero bien", después de haber pasado una noche de pesadilla. "Lo peor de todo fue que cuando montamos en la balsa y nos separamos de los otros, el maldito chisme volcó dos veces en ese mar embravecido y de noche, lo que de verdad asusta, créanme", explicó Winning. "No me gustaría pasar otra noche así". En la segunda lancha sólo hallaron a dos de los cinco marineros que la ocupaban: los otros tres habían sido barridos por las olas. "Serán superman si logran sobrevivir", indicó un miembro del rescate. Los tres fueron dados por muertos poco después de que se localizase el cadáver de uno de ellos.

El tercer desaparecido también tendría que ser superman para sobrevivir. Se trata del inglés Glyn Charles, olímpico en Atlanta en la clase Star, barrido de la cubierta del Sword of Orion.

Mientras para la mayoría de los participantes la carrera se convirtió en una lucha por la supervivencia, el maxi norteamericano Sayonara, del multimillonario Larry Ellison y con Lachlan, hijo del magnate de la prensa Rupert Murdoch, a bordo, consiguió la victoria aunque quedaron a cinco horas de batir el récord de las 630 millas de la prueba, fijado en 2 días, 14 horas, 7 minutos y 10 segundos por el Morning Glory en 1996.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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