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El candidato golpista de Venezuela, acusado de repartir armas entre sus seguidores

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALGrupos adscritos al exteniente coronel golpista Hugo Chávez, favorito en las encuestas, han repartido armas para ser utilizadas este lunes en el caso de que pierda las elecciones de mañana, denunció ayer el candidato independiente a la presidencia de Venezuela, Henrique Salas Römer, segundo en los sondeos. Definitivamente polarizado el país entre dos opciones antagónicas, Salas, fundador de Proyecto Venezuela, anticipó que, de ganar la jefatura de Estado, y en el supuesto de irrumpir una protesta chavista, convocaría la resistencia.

"La calle será mía", prometió Salas. "Nunca he retrocedido. Tuve que derrotar a las peores mafias políticas de este país, que estaban acostumbradas, como está acostumbrado mi adversario, a utilizar bandas armadas. Yo no cedo".El exgobernador de Caraboro dijo estar seguro de que, con la ley de su lado y habiendo triunfado, las Fuerzas Armadas cumplirán con su responsabilidad, "independientemente de que nosotros, desde el punto de vista político, llamemos a la población a unirse para que la victoria se consolide".

Salas Römer, que arrancó la campaña como candidato antipartido, aceptó hace una semana el apoyo de los dos partidos tradicionales, Acción Democrática (AD), socialdemócrata, y Copei, democristiano, que renunciaron a sus propios aspirantes porque las encuestas anticipaban un bajísimo porcentaje de votos, menos del 7%. Esas dos formaciones, que el propio Salas había denunciado como exponentes de un sistema caduco y corrompido, instaron a la militancia a votar por él. Salas aceptó en el respaldo y asegura no haber comprometido favores a cambio. Casado, cuatro hijos, uno de ellos gobernador electo de Caraboco, Salas ha moderado sus ataques a AD y Copei. Evitó definir como corrupción a gran escala el desvío de fondos públicos durante las sucesivas administraciones de estas dos formaciones, miles de millones de dólares en fraudes bancarios, compras amañadas y sobornos, para hablar sólo de "descuidos grandes". Llamó a Chávez "engendro maléfico" y admitió que en el seno de las Fuerzas Armadas "hay fuertes cuestionamientos con relación a este candidato. No solamente porque violó el código militar, la Constitución y las leyes, sino porque tampoco fue un líder cuando pertenecía a esas fuerzas".

Las denuncia sobre la inminencia de desórdenes públicos si pierde el militar que encabezó el golpe del 4 de febrero de 1992 contra la presidencia de Carlos Andrés Pérez fue planteada en estos términos: "Hay gente armada preparada para salir a la calle si el triunfo no les favorece. Eso nos preocupa porque nos hace ver que no se trata de una persona [Chávez] con mentalidad democrática. Se aprovecha de las reglas del juego pero no está dispuesta a aceptarlas. "¿No le parece grave esa acusación?", se le preguntó. "Las armas fueron repartidas entre el 4 de febrero y el 27 de noviembre. Tengo información de que ha habido ese reparto. No me sorprendería que a partir del lunes tuviésemos situaciones que las Fuerzas Armadas están en plena capacidad de frenar. Yo vi cómo [los seguidores del golpe de 1992] asesinaron a policías con armas que les fueron entregadas a estudiantes de la Universidad de Carabobo el 4 de febrero".

Según el político venezolano, que procede de las filas de Copei y cuya candidatura aglutina en gran medida el miedo a Chávez, las acusaciones de posible fraude lanzadas por éste tienen como objetivo "legitimar las acciones armadas que pudieran ser propiciadas (...) Las Fuerzas Armadas tienen no solamente la voluntad sino las fuerza para garantizar el orden público y la institucionalidad democrática". Salas, licenciado en Economía en la Universidad de Yale, no quiso avanzar las medidas económicas a tomar si alcanza la jefatura del Estado, y al igual que su principal adversario, prometió lo que todos prometen, desde Río Grande a Tierra del Fuego: sanear las cuentas públicas, equilibrar las cifras macroeconómicas, crear empleo, luchar contra la pobreza y la marginalidad y establecer la decencia en los cargos públicos.

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