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El festival Sonar, Alejandro Amenábar y Gloria Moure, entre los galardonados con los Premios Metápolis

¿Qué tiene que ver el festival de músicas avanzadas Sonar con la empresa Cricursa, especializada en la fabricación de vidrio curvado? ¿O el cineasta Alejandro Amenábar con la especialista en arte Gloria Moure? La respuesta fue dada anoche en la entrega de los premios Metápolis, en el marco del Festival de Arquitectura para la futura multiciudad, que se llevó a cabo en la sede de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Todos ellos han contribuido desde sus variadas disciplinas a crear energías positivas para el desarrollo humano de la ciudad. Y éste es uno de los objetivos marcados por el colectivo de jóvenes arquitectos que ha organizado el festival. Desde la agitación cultural, estos profesionales plantean nuevas hipótesis de cómo han de ser el arquitecto y la arquitectura del siglo XXI. También fueron galardonados con los premios Metápolis el Gobierno holandés, la campaña Smart, la empresa Idom, Javier Reyes, y la directora del programa de televisión Metrópolis, Marina Collazo. Ferran Adrià obtuvo también uno de los galardones por su innovación en temas culinarios, el Berlage Institute y Pere Roca fueron asimismo premiados. La fiesta de Metápolis, un tanto deslucida por la lluvia, fue una maratoniana sesión de 12 horas en la que se ofrecía la posibilidad de conectarse a Internet, donde se organizó una tertulia en la que se discutían los temas planteados en el marco del festival. También se pudo escuchar música tecno y disfrutar de un masaje en la espalda efectuado por técnicos especialistas. Mientras, un gran plotter lanzaba los proyectos que Metápolis ha impulsado entre la propuesta utópica y la búsqueda de nuevos modelos arquitectónicos. El material resultante será expuesto a partir de hoy en la nueva sala Ras, situada en el barrio del Raval. También en el acto de inauguración será presentado el libro que recoge los proyectos presentados por Metápolis. Uno de los actos más concurridos y celebrados de la fiesta fue la degustación de un inmenso pastel que representaba uno de los utópicos proyectos de Metápolis que sitúa las islas de Mallorca, Menorca e Ibiza frente al litoral barcelonés.

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