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Un día de fábula por el Sáhara

Érase que se era un luminoso sábado de otoño en Bilbao. El parque del Arenal brillaba con los coloridos puestos de flores y las casetas verdes de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. Un día perfecto para pasear, como otros muchos. Pero este no era un sábado como otros. No. Algo distinto, para grandes y mayores, anima el ya concurrido lugar. ¿Qué es eso? ¿Qué hacen cuatro jaimas (tiendas del desierto) en la capital vizcaína? Así podría comenzar el relato de lo que se convirtió este sábado en una jornada de apoyo al pueblo saharaui. La ONG Mundua ta Bakea-Paz y Tercer Mundo y la Asociación de Amigos de la RASD, en colaboración con el Ayuntamiento de Bilbao, instalaron una vez más sus tiendas en el Arenal y, protegidos por un cálido sol de octubre, colocaron una plataforma entre las tiendas para que, desde allí, una mágica voz hechizara a cuantos quisieran acercarse con fabulosas historias. El programa Cuentos para llegar al Sáhara se puso en marcha hace un año, en el mismo lugar donde prácticamente finalizó ayer. En estos 365 días, la iniciativa se ha llevado a distintos pueblos de Euskadi y, según Gorka Andraka, de Mundua ta Bakea, con muy buena acogida. "La idea no es tanto que la gente se asocie a nuestra ONG, sino que es un proyecto de sensibilización y educación. Queremos acercar el tema del pueblo saharaui, privado de su tierra desde hace más de 20 años, a todos los vascos". La jornada de ayer se inauguró a las 11.00 con la apertura de las jaimas. Allí, quien lo desease podía tomar té sentado sobre colchones en el suelo y acompañado de miembros de la organización y de algunos de los pocos saharauis que viven en el País Vasco. A las 12.30, comenzaba la primera sesión de cuentacuentos. Mientras él hablaba, un ilustrador reproducía la historia en papel. PASA A LA PÁGINA 9

Una causa que no es cuento

VIENE DE LA PÁGINA 1 Pedro Madoz es un bilbaíno de 30 años, pero este sábado deja su personalidad para convertirse en una voz; la voz que desgrana mágicas historias para que los niños, sentados en alfombras en el suelo, y los mayores, de pie, dejen volar su imaginación y se pierdan de la mano de seres fantásticos, animales y personajes casi de carne y hueso. Madoz ha estado con el programa de apoyo al Sáhara desde el comienzo. Él narra los cuentos en castellanos y otras dos compañeras hacen lo propio cuando se cuenta en euskera. "Ha sido una experiencia maja, muy agradable. No sólo porque como cuentacuentos es fantástico ver al público extasiado, sino porque me toca de lleno la causa saharaui. Me siento involucrado con este tema". Madoz sí ha cobrado por su trabajo, lo mismo que Enrique Morente, el ilustrador que a su lado reproduce las historias en grandes láminas de papel blanco sobre un caballete. Los que actúan gratuitamente son los bertsolaris, dulzaineros, txalaparteros y percusionistas que animaron la tarde tras la segunda y última sesión de cuentacuentos. "Gracias a eso no nos cuesta demasiado realizar este proyecto", indica Gorka Andraka. El día de ayer contó con un presupuesto de unas 700.000 pesetas. La historia saharaui Mientras el cuentacuentos hechiza a sus oyentes, que apenas se mueven del sitio (a los menores de cinco años parece que los hechizos no les hacen efecto), miembros de la Asociación de amigos de la RASD y de la ONG Mundua ta Bakea informan sobre la realidad y la historia del pueblo saharaui y recogen firmas para la condonación de la deuda externa de los países del Tercer Mundo. Varios paneles informativos, con textos cortos y concisos y fotografías en color, explican diferentes aspectos de los saharauis: cómo son sus campamentos, la salud, la educación, la vida cotidiana, la colonización, la guerra, el plan de paz, etcétera. "Nosotros trabajamos con Centroamérica, Colombia y el Sáhara", explica Andraka. "Pensamos que este año era el adecuado para dedicarlo a la causa saharaui. Esperamos que en breve puedan decidir su futuro: si se convierten en una provincia de Marruecos o en un país independiente. Los saharauis llevan más de 20 años exiliados, en campamentos de refugiados". Contar cuentos es tradicional en el Sáhara, donde sus habitantes suelen reunirse al atardecer a narrar historias, juntos hombres, mujeres y niños. Ésta es la fórmula que han elegido para llegar a los vascos.

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