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Reportaje:

Las heridas abiertas de los catalanes en Chile

Huyó del fascismo español, se fugó de un campo de refugiados y escapó de Pétain y del nazismo en Francia. Cuando en 1948 llegó a Chile, quedó hechizada por la "humanidad y libertad" que se respiraba en este país latinoamericano y creyó haber dejado atrás la "irracionalidad". En ese país empezó una nueva vida. Pero el 11 de septiembre de 1973 volvió a recibir el mazazo de la ultraderecha y entró súbitamente en el largo túnel de las desapariciones, la tortura y la muerte que se sucedieron a su alrededor después del golpe encabezado por Augusto Pinochet. Pese a rondar los 60 años, ella misma fue detenida para forzar la entrega de su hijo, que tras meses de tortura fue liberado gracias a la mediación diplomática. No de España, sino de Francia. Cuando Clara Pujol se reencontró con su hijo Helios, en París, tras la amarga experiencia chilena, acordaron no volver a hablar nunca más de lo sucedido para que las heridas pudieran cicatrizar. No obstante, la detención de Pinochet en el Reino Unido ha hecho saltar en añicos el tapón autoimpuesto hace 25 años y los sentimientos fluyen descontroladamente. Hace una semana, Helios, que sigue viviendo en Francia, telefoneó a su madre y le dijo: "Basta de silencio. Es el momento de hablar". La vida de Clara, que reside en Vilanova i la Geltrú (Garraf), ha dado un nuevo e inesperado giro a los 83 años. El recuerdo se ha reavivado y con el recuerdo ha vuelto el dolor. Clara pasa ahora los días nerviosa, evocando entre lágrimas la represión que sufrió al igual que muchos otros españoles, repasando el sufrimiento que hoy sirve de base jurídica a las acciones que ha emprendido el juez Baltasar Garzón contra el dictador Augusto Pinochet. Meses después del golpe de Estado, ya en 1974, Clara recibió un día la visita de la policía: "Me cogieron y me hicieron entrar en una furgoneta, decían que para ir a buscar a mi hijo". En aquella época, Helios estudiaba en la Universidad de Santiago y no militaba en ninguna organización política. "Dimos vueltas por la ciudad y, al no encontrarlo, me taparon los ojos y me llevaron a una casa, imagino que grande porque no parábamos de caminar. Allí me dejaron, sin ver nada. Debía de haber muchas otras mujeres, más jóvenes que yo, y más tarde oía cómo las violaban. Yo me salvé de eso porque era mayor".PASA A LA PÁGINA 3

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