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Reportaje:

La biblioteca transparente

Madrid vivió ayer una jornada de puertas abiertas de edificios singulares. Fue organizada por el Colegio de Arquitectos. El motivo de tal evento era la celebración del Día Mundial de la Arquitectura. La Organización de Naciones Unidas para la Educación lo convoca anualmente para resaltar el alcance social -y estético- del arte magno de Vitrubio. A consecuencia de errores de previsión, la efeméride estuvo a punto de transformarse en una jornada de puertas entreabiertas y, en ocasiones, cerradas a canto y lodo: así, doce museos de la ciudad, que debieran haber permitido franquear su entrada a los visitantes de forma gratuita, permanecieron sellados todo el día, como es costumbre en muchas salas públicas de Madrid durante los lunes. De otros recintos, como el del cada vez más elitista y discriminante Teatro Real, no se supo ayer la razón por la cual se impidió el acceso.La coincidencia entre la onomástica arquitectónica mundial y la costumbre madrileña pudo haber sido superada mediante el traslado de la cita a otra fecha, pero en el Colegio de Arquitectos se vive una secesión de hecho, con dos decanos, que distrae sus energías en otra dirección. Pese a todo, una quincena de edificios abrió de par en par sus puertas a los visitantes: grupos de una veintena de curiosos se atrevieron a entrar en recintos como los del Ayuntamiento; la Real Casa de Correos en la Puerta del Sol; el Banco Bilbao Vizcaya en la Castellana y la Telefónica, eso sí, con DNI a la vista. Entre los recintos abiertos ayer a los madrileños, por su singularidad, figura uno de los edificios más brillantes de Europa, habida cuenta de la gran cantidad de arquitectos y técnicos que desde Alemania, Dinamarca y Escandinavia lo visitan cada año, a partir de su construcción, entre 1992 y 1994. Se trata de la flamante Biblioteca de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, enclavada en el límite de la Ciudad Universitaria con la Casa de Campo, muy cerca del puente de los Franceses. Consta de siete plantas, en ladrillo, rematado por cornisas en forma de codo. Muestra un hermetismo exterior inquietante, dada la angostura de sus alargadas ventanas. Pero su interior, confortable y espacioso, nada tiene que ver con la sobriedad de su fachada. La biblioteca, que alberga más de 200.000 volúmenes sensibles a la luz, ocupa seis plantas del edificio, conectadas todas por un enorme patio interior revestido por círculos de madera de pino de Oregón, de colores avellana y anaranjado. Esta tonalidad le brinda una jovialidad perpetua. Cada círculo revestido alberga un atril continuo con lámparas blancas, que da al patio interior. De tal manera que los lectores pueden estudiar sin el agobio de tener obstáculo alguno delante y con los libros al alcance de la mano. "La Sala de Lectura invita a la reflexión y al estudio", destaca José Ignacio Linzasoro, de 51 años, el arquitecto autor de la biblioteca. La luz penetra en el recinto desde arriba, cenitalmente, a través de un maderamen piramidal que le otorga diafanidad y transparencia. "Edificios así te reconcilian con la arquitectura", dice un visitante.

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