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Reportaje:OASIS DE AGOSTO

El discutido valor de una tapa

Los precios de las terrazas de la plaza Mayor originan tensiones con los clientes, extranjeros en su mayoría

A las ocho de la tarde se empiezan a ver las primeras paellas en las terrazas de la plaza Mayor. Los comensales, siempre extranjeros. A las diez de la noche resulta complicado sentarse a cenar o tomar un refresco en alguna de las mesas que los restaurantes sacan a la calle. Los clientes son, en su inmensa mayoría, extranjeros.Los madrileños, por su parte, tienen una poderosa razón para no frecuentar demasiado este histórico recinto que preside Felipe III montado en un caballo: los precios. Como el de una paella para dos personas, que es de 4.500 pesetas (o 6.600 si lleva marisco). O el de un menú, que puede alcanzar las 2.600 pesetas. En uno de estos locales es difícil que una cerveza baje de las 400.

Pero para plato relativamente económico, el gazpacho, que cuesta 790 pesetas. "Yo desde luego no me sentaría aquí a tomar nada", confesaba uno de los camareros que atiende un local de los que saca mesas al exterior. "Pero, ¿a quién se le ocurre comer aquí? Pues a los que no conocen los precios", señalaba un madrileño. "Sentarse a tomar algo aquí es un lujo, un capricho", añadía este joven que esa la tarde había aparecido en la plaza Mayor por culpa de una amiga suya italiana. "Es el sitio que más me gusta de Madrid, al que más me gusta venir cada vez que llego", confesaba la italiana en cuestión.

Las escenas se repiten día a día en la plaza Mayor. Parejas posando para la foto de rigor, niños espantando a un grupo de palomas o sufridos paseantes descansando en los bancos de piedra. De todo ello son testigos los fijos de este recinto. Como Enrique López, que desde hace cuatro años vende raíces de regaliz que trae desde Alicante. O los caricaturistas.

Unas dos docenas de estos dibujantes llegan a juntarse cada día en esta plaza. Son testigos silenciosos de lo que ocurre aquí cada día. Desde las diez de la mañana hasta la una de la madrugada, que es lo que abarca su jornada de trabajo. "El turista de este año gasta menos dinero. Hace pocos años los visitantes de la plaza Mayor eran rubios. Yo ganaba 40.000 pesetas desde las diez de la noche hasta las dos de la madrugada. Ahora paso unas 16 horas al día y como mucho hago ocho retratos", se lamenta este artista callejero.

Uno de estos ocho dibujos es el que realiza a una pareja de novios bilbaínos que pisan la plaza Mayor por segunda vez. Han llegado andando desde el Museo del Prado. "Estoy reventado", confiesa él. "Vinimos ayer, vimos que se hacían caricaturas y hemos decidido volver para que nos hagan una", explica ella.

Los precios son también culpables de los problemas que surgen algunas noches entre un cliente que se siente timado y el servicio del restaurante en cuestión. Lo dice un caricaturista que trabaja en esta plaza desde hace cinco años. "Aquí hay más ladrones que visitantes. Las terrazas suben los precios cuando llega esta época. Los camareros ofrecen una ración de jamón y luego piden 1.600 pesetas. Hay gente que se niega a pagar y tiene que acudir la policía. Todas las noches hay una bronca. Ésa es la plaza Mayor de verdad", opina este dibujante.

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Los que más saben sobre esta cuestión son, cómo no, los propios camareros, que en su mayoría niegan que se maltrate a los clientes. Pero alguno hay que llega a admitir cierta picaresca por parte de sus colegas. "A veces hay compañeros listos que quieren aprovecharse de los turistas que no saben hablar español. Pero los visitantes cada vez son más espabilados. Nada más sentarse te piden la carta con los precios", comenta un camarero que atiende una de la docena de terrazas de la plaza Mayor. Luego añade: "Hay una lista de precios para todo el año. No es verdad que se suban los precios en verano".

Cerca de ese local, otros dos camareros se preparan para la velada que se avecina. "Aquí no hay broncas. Los precios son altos, pero eso es por el local, por el sitio. Esto es caro, no está pensado para pobres", comenta este empleado. Su compañero añade aún más: "En agosto hay poca gente. Y los pocos que hay dejan muy poco dinero. Es el turista más barato de todo el verano".

Afortunadamente, la mayoría de los visitantes que recibe la plaza Mayor permanece ajena a las tensiones que originan las cuestiones relativas al bolsillo. Ellos, los que se acercan a dar una vuelta por este recinto, se preocupan más de salir bien en la foto, o de que no se descontrolen demasiado los niños.

Los que trabajan en ella todos los días no se ponen muy de acuerdo sobre la animación agosteña. Para unos hay más gente y más follón que ningún mes. Otros opinan que es la época en la que está más tranquila.

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