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Antes sólo llegaban hombres

Pero un día llegó una mujer, y traía a sus dos hijos, de uno y cuatro años, colgados de los brazos, y luego llegó otra; venía sola, tanto que sólo traía una triste historia detrás. Un atardecer, recuperada ya de su cansancio, se sentó delante de su tienda de campaña y se puso a hablar. Cleopatra, la médico del campamento de Calamocarro, también se sentó, y luego vinieron los hombres y se sentaron en el suelo a escuchar; los guardias civiles también pusieron el oído, y fue tal la historia que escucharon que a punto estuvo de hacerles llorar. Jennifer, que así se llama la mujer que llegó sola a Ceuta, había salido de Ruanda seis meses antes, y se puso a caminar hacia el Norte, sin importarle lo que le pudiese pasar en el camino, obsesionada por dejar atrás la guerra y las calamidades, por alcanzar al precio que fuera una vida mejor. Y fue un precio alto. Jennifer contó con detalle que por el camino, tantos países a pie, encontró a gente muy buena, compañeros de camino ocasionales que le prestaron a veces un lugar en destartaladas furgonetas y un jergón para dormir un rato. También contó que otras veces debió salir huyendo de situaciones terribles, y que otras veces no pudo huir.Durante su travesía, Jennifer, de 25 años, fue obligada a trabajar sin sueldo, a prostituirse; fue golpeada y violada por varios hombres... No volvió atrás. Cada vez que conseguía librarse de un infierno así seguía su camino al norte. Y seguía caminando sola hasta que un día sintió que estaba empezando a dejar de estarlo.Dice Cleopatra, la médico, que en el campamento de Calamocarro todos contuvieron la respiración cuando supieron que Jennifer estaba embarazada, y que aquella noche muchos de los que hasta entonces habían permanecido callados empezaron a contar sus historias. "Y que la gente", dice Cleopatra, "empezaría a pensar distinto de los inmigrantes si supiera las historias que guardan detrás".

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Sin ir más lejos, hace una semana, un guardia civil de los grupos rurales se aventuró de noche por una de las alcantarillas y detuvo a un hombre que exigía un peaje a todos los inmigrantes que intentaban pasar por la alcantarilla para llegar al territorio español. Dice el guardia que nunca había sentido tanta repugnancia.

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