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FRANCIA 98

México perdona la vida a Alemania

Los jugadores de Vogts remontan otro partido que tenían perdido

Ramon Besa

Tiene Alemania más vidas que un gato, y si son siete le alcanzan justo para la final. En cada partido, en cada Mundial, se repite la misma historia. La hinchada, la crítica, la opinión despotrica de los alemanes y, sin embargo, van dejando rivales en el tanatorio futbolístico, equipos que se desploman sin remedio, víctimas de una maldición, de la fatalidad.A México le pasó lo que a todos. Le dio un meneo a Alemania y cuando la tuvo desparramada por la cancha le entró el cangelo. No hubo disputa mientras el marcador estuvo a cero. El fútbol lo puso siempre México. Retrató al equipo de Vogts como ya lo hizo Yugoslavia. El murmullo alcanzó a todos los rincones del Mundial: qué malos eran aquellos alemanes. Llegó el gol de Luis Hernández y, acto seguido, tuvo el pasaje de los alemanes en la mano. No se sabe por qué, pero como tantos otros, erró y firmó su finiquito.

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A la misericordia del adversario sigue siempre la reacción del grupo alemán. Jugar, no juega. De no decirle nada el rival, a lo mejor podría tirarse un Mundial sin inmutarse. El problema es cuando se le mete un gol. Como si de un acto reflejo se tratara, el rival se achanta, le entra el pánico, el vértigo, y Alemania no perdona. Uno a uno va devolviendo cuantos improperios recibió. Dice una extraña ley del fútbol que Alemania sólo intimida cuando va perdiendo. México no fue ajeno a este mandamiento.

El grupo de Lapuente hizo todo lo necesario para ganar y, al tiempo, para perder. Tuvo una aseada lectura del encuentro y supo gestionarlo y decidirlo en su punto. Iba el balón muy rápido, con sentido, buscando siempre la espalda de los centrales, moviendo a los alemanes, obligados a recurrir al tackle, al agarrón, a la falta, pues siempre llegaban con retraso a la pelota. La lucidez, el dinamismo, la chispa de México contrastaba con la pesadez de Alemania. Tiene el grupo de Vogts un problema en la cabeza que no de cabeza. No resolvió aún sus disfunciones. El técnico comienza a montar el equipo por la zaga y acaba con la delantera sin pasar por el medio campo. Llena la divisoria de zagueros reconvertidos o carrileros que largan y largan centros como catapultas.

Da igual quien la ponga en el área. Siempre acaba entrando alguna. Ayer le bastaron dos. En la primera, el balón cayó como una bolsa de agua a pies de Lara, y el mexicano la pifió: gol de Klinsmann. Y la segunda la colgó Kirsten, que no es ni extremo ni lateral, y Bierhoff la cabeceó al ángulo corto: 2-1. Le va bien jugar de espaldas al fútbol. Da igual que se alinee a Matthäus que Haessler que Möller que Thon. Ahora dicen que añoran a Scholl. El asunto es que les sirve para ganar.

No le valió a México huir del atropello de los carros de combate alemanes para atrapar los cuartos, aunque sí para gobernar el partido. Puede que, puesto en la cancha, el equipo parezca frágil, como si se lo tuviera que llevar el viento, pero tienen un sentido del ritmo de juego muy interesante. Blanco es un punta de muy buen ver; Palencia posee velocidad; García Aspe y Villa se manejan bien, y Luis Hernández tiene gol. Es un equipo con chispa, vivo, solidario y de gran corazón, gente encantadora, capaz de tirar una pared, buscar el desmarque, doblar y lo que haga falta. Nada que ver con la previsibilidad alemana, jugadores que en cada jugada invierten 30 toques porque la pelota da 20 botes.

Frente al viento alemán, capaz de mover una portería -Bierhoff remató al larguero y los tres palos amenazaron con ceder-, México impuso la anticipación y la habilidad. El gol de Luis Hernández fue, en este sentido, muy bonito. Tocó para Blanco, recibió de nuevo y, en perpendicular, fue eliminando zagueros (Babbel, Tarnat y Wörns) en el área hasta encontrar el hueco. Digno de ver fue también el que debía ser el 0-2. Arellano enfiló el marco como una bala, Luis Hernández se llevó a los centrales para abrirle el camino, y Matthäus metió la pierna justo para mandarla al palo. Recogió el rechace Blanco y se la puso a Luis. Esta vez, sin embargo, le tembló el pulso y remató al cuerpo de Köpke. Y ahí, de miedo, murió México. Uno puede remontarle un partido a Corea, Bélgica y Holanda, pero no a Alemania.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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