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FRANCIA 98

Giovanni, primera víctima

Brasil se toma un día libre y reflexiona sobre la jornada inaugural

Carlos Arribas

Unos cuantos se fueron a Disneylandia, allí donde el escenario está a la altura de su fantasía futbolística; otros se fueron de compras por París; todos disfrutaron de su primer día de fiesta desde hace semanas. La selección brasileña celebró con alivio su apurada victoria sobre Escocia, en la inauguración ("de todo el partido me quedo con el resultado", dijo Ronaldo) e hizo oídos sordos a las críticas de los que les exigían un juego deslumbrante.Sólo Giovanni, el jugador impuesto en la alineación inaugural por la cabezonería de Ronaldo, anduvo con el gesto alicaído. El azulgrana es la primera víctima de un proceso que se espera acabe destilando el once ideal de los tetracampeones. Su actuación en el Mundial 98 puede que se quede resumida en 45 minutos de mal juego frente a Escocia. Su elección fue de las más contestadas por una afición y una prensa que prefería a Leonardo o Denilson, o incluso Juninho, para el papel de surtidor de balones a su delantera.

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La victoria, pese a la forma en que fue cosechada ("un juego de dibujos, pero no animados", decía ayer la prensa francesa), por lo que reabrió el eterno debate espectáculo-resultado, cerró por ahora la lucha interna de clanes (Zico, el ayudante-comisario político, deberá tener paciencia para asumir el poder de Zagalo), no acabó aún con las posibilidades de Bebeto, por lo que Edmundo deberá también esperar, y reafirmó la jerarquía de Dunga.

El jugador menos brasileño (y no sólo por su pelo rubio) de la seleçao, el hombre ancla entre la defensa y la zona creadora, aspirador de balones rivales, repartidor de juego desde atrás, ha asumido el patronazgo en el campo. Es Dunga, actualmente en el fútbol japonés después de haber desarrollado en Alemania lo mejor de su carrera, también el principal aliado de Zagalo.

Ronaldo, mientras, se ha convertido en el altruista número uno, con lo que su aura se agranda. Las exigencias populares sólo le piden un par de minutos de deslumbramiento por partido. El miércoles los ofreció. Añadió además un alto grado de generosidad: sabedor de que tres escoceses al menos le seguirían cuando tocara el balón supo aprovechar su efecto imán para que sus compañeros encontraran mejores huecos entre las filas escocesas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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