Plan
JUANJO GARCÍA DEL MORAL Hace ahora una década, en Valencia la política municipal se centraba de manera casi exclusiva en el urbanismo. El Ayuntamiento debatía en largas, polémicas y a veces turbulentas sesiones el nuevo Plan General de Ordenación Urbana, que debía marcar la expansión futura de la ciudad y, sobre todo, poner fin al caos permitido durante el franquismo. Habían sido necesarios nueve años de trabajo, estudio y negociación -prácticamente se empezó tras las primeras elecciones democráticas- para poner a punto un nuevo documento que sustituyera al denostado Plan General de 1966, que había consagrado las mayores barbaridades urbanísticas. El nuevo planeamiento urbanístico dibujaba la ciudad del siglo XXI, preveía y ordenaba su expansión, significaba una nueva imagen para Valencia. Han pasado 10 años y apenas nos acordamos ya de que la aprobación del planeamiento urbanístico vigente provocó una verdadera tormenta política que supuso la dimisión del alcalde socialista Ricard Pérez Casado. Pero vemos cada día la ciudad, porque la vivimos, y podemos comprobar en qué han quedado las bondades del nuevo Plan General que entonces nos vendieron con grandes palabras algunos que posteriormente se han dedicado a prostituirlo. Y comprobamos -sufrimos- las consecuencias de los llamados estudios de detalle, esa puerta por la que se han colado tantos goles urbanísticos y que tan bien han sabido aprovechar políticos, constructores y arquitectos. También vemos que muchas de las previsiones contenidas en aquel planeamiento nuevo -calificado entonces como el más avanzado de España- han fallado y que otras se han quedado cortas. El Plan General debía marcar el desarrollo de la ciudad durante los 16 años siguientes. Cuando ese plazo aún no ha vencido, paseando por la ciudad se ve cómo aquellas grandes palabras se dan de bruces, por ejemplo, contra una vía de tren que impide la prolongación de una avenida en la zona "con más futuro de la ciudad".