Marisol Lafuente, secretaria de Redacción de EL PAÍS
Los que ven desde fuera a este periódico de 23 años no tienen por qué imaginarse el universo de gente, tantas veces anónima, que lo impulsó cuando nació como el primer periódico de la transición democrática española. En ese ejército de personas jóvenes, ilusionadas, está en lugar muy alto la labor de las secretarias de dirección y de redacción, que en tiempos de gran precariedad técnica hicieron más llevadero el trabajo periodístico y que en todas las circunstancias del periódico mantuvieron con todo el equipo dedicado a sacar adelante EL PAÍS su abnegada vocaciónde servicio común.Entre esas secretarias de EL PAÍS que desde el silencio hicieron posible que la labor de los periodistas al menos pareciera mejor estuvo desde el primer momento, con el equipo fundador del diario, Marisol Lafuente, una madrileña de 51 años que ayer dijo adiós a esta vida. Era una mujer culta, inteligente, que contribuyó desde el primer momento a crear, en las distintas áreas por las que transcurrió su trabajo en el periódico, una especial sensibilidad para advertirnos de nuestros errores, para sugerir gente que pudiera apoyar nuestras informaciones y para crear el ambiente necesario que fidelizara a colaboradores externos, de la más variada clase, con los que ella mantuvo una larga y fructífera relación, beneficiosa para el periódico.
Dominaba varios idiomas, y su trato con el inglés era fluido; como además escribía muy bien, fue una de las traductoras que contribuyeron desde el principio a darle al periódico su subrayado internacional y moderno. Su época más larga fue como secretaria de redacción de EL PAÍS Semanal, en las etapas en que esta revista se consolidó como una oferta fundamental del periódico.
Y Marisol Lafuente era una compañera y una amiga cuyo fallecimiento nos lleva otra vez a recorrer con melancolía aquellos primeros años frenéticos de la fundación de un periódico que sin gente así no se puede entender.
