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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Grandes maniobras

LA ACCIÓN diplomática trata de suplir en ocasiones a la inacción política. Mientras el proceso de paz israelo-palestino se halla en punto muerto desde hace cerca de un año, los actores principales, el rais Yasir Arafat y el jefe del Gobierno israelí, Benjamín Netanyahu, despliegan sus encantos en las principales capitales europeas para crear la imagen de que algo se mueve; o de que la parálisis, si acaso existe, es culpa del otro. En esa escenografía de urgencias hay que en marcar el viaje de Netanyahu, que ayer abandonó Madrid para completar una gira por Alemania, Francia y el Reino Unido. La iniciativa está bien elegida: a finales de la semana próxima comienza una visita a la región del ministro de Exteriores británico, Robin Cook, acompañado del español Miguel Ángel Moratinos, representante de la UE ante las partes en conflicto, para hacer nuevas propuestas sobre el mismo.Netanyahu reprocha a los países europeos, como declaró esta semana a EL PAÍS, que no comprenden el contencioso de Oriente Próximo. En su análisis admite, en cambio, que Estados Unidos sí lo comprende, pero tampoco desea una injerencia excesiva de Washington. Ante la inminencia de un plan europeo, y ante el convencimiento de que Estados Unidos tiene su propio plan para una próxima retirada parcial de los territorios ocupados -se piensa incluso en la posibilidad de hacerlo público sin darle derecho de veto previo a Israel-, Netanyahu ha multiplicado sus iniciativas: aceptación de la resolución 425 de la ONU, que pide la retirada israelí de Líbano -más formal que real-, la insinuación de que hay algo que discutir con Siria sobre Líbano y sobre el propio Golán, ocupado por Israel desde 1967, y su declaración formulada en la capital española de que no vería con malos ojos una nueva Conferencia de Madrid. Pero cualquier negociación está condenada a un nivel diplomático modesto, porque el mapa más generoso en que piensa el líder derechista israelí se limitaría a un repliegue del 9% de Cisjordania.

Netanyahu necesita firmar algo con Arafat antes de mayo de 1999, fecha en la que, según los acuerdos de Oslo, debería haberse concluido la retirada de los territorios para pasar a discutir entonces cuestiones aún más espinosas, como el estatuto final de Jerusalén. Existe un convencimiento generalizado de que para esa fecha Arafat proclamará el Estado palestino con lo que tenga. Netanyahu quiere evitar esa proclamación, e incluso cabría que estuviera pensando en presentarse ante su electorado, en comicios anticipados, sobre la base de una ejecutoria bastante limpia -hasta ahora- de atentados y un proceso de paz que, aunque estancado, todavía está vivo.

Todo ello es muy poca cosa y resulta extraordinariamente difícil que le pueda interesar al líder palestino. Está llegando la hora en la que el presidente Clinton, con affaire Lewinsky y todo, debe demostrar si Estados Unidos tiene capacidad política para mover. pieza en el tablero. ¡Venga el plan de Washington! A ver si todavía existe una paz a la que encomendarse.

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