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La Audiencia de Bilbao condena por torturas a tres policías nacionales

"A la verdad se tiene que llegar por el procedimiento legalmente establecido" y la tortura es, en sí misma, "la negación de las bases de la sociedad democrática". Con estas reflexiones y las pruebas de cargo de los testimonios de las víctimas, la Audiencia de Bilbao ha condenado a tres miembros del Cuerpo Nacional de Policía a un total de cinco meses de arresto y dos años y ocho meses de suspensión por las torturas infligidas en febrero de 1984 a dos detenidos en la Jefatura Superior de Policía de la capital vizcaína. Asimismo, deberán indemnizar -el Estado es responsable civil subsidiario- con 1,2 millones a los torturados. Por otra parte, la Sala absuelve a Julio Hierro, ex jefe de la Brigada de Información y procesado por el secuestro de Segundo Marey por los GAL, y al agente Fernando Pol al entender prescritos los delitos y faltas.

Los hechos se remontan al 2 de febrero de 1984, cuando José Ramón Quintana y José Pedro Otero fueron detenidos tras colocar un artefacto explosivo en la sede de un banco. La sentencia considera probado que, tras ser conducidos a la Jefatura Superior, agentes no identificados golpearon a Quintana en la espalda, el cuello, los testículos, las piernas y los oídos durante los interrogatorios. Al día siguiente, hubo amenazas de castración y más golpes en los testículos. En el caso de Otero, la sentencia considera también probado que fue "golpeado repetidamente" en la cara y los testículos y que agentes no identificados le aplicaron electrodos en las manos y la cabeza.

En estos interrogatorios, en los que se preguntaba insistentemente a los arrestados por el grupo terrorista Iraultza (Revolución) y por un tal Koldo, actuaron como instructor y secretario los policías ahora condenados, Paulino Navarro González Font y Jesús Esteban de la Morena.

El viaje a Burgos

Junto a estos episodios de torturas dentro de la comisaría, la sentencia relata un viaje de Bilbao a Burgos en el que participaron tres agentes -uno, Pedro Laiz González- y en el que conducían a Otero. Tras detener el coche en Briviesca y hacerle bajar, los policías y el propio Otero cayeron por un terraplén y "Laiz le golpeó con una pistola a la vez que le daba patadas". Al regresar a la capital vizcaína, los agentes le conminaron a no contar nada indicándole que podía aparecer "boca arriba en la ría". La Audiencia considera que ese viaje a Burgos sólo se explica para evitar que la comisión judicial que se encontraba en la comisaría "pudiera examinar a Otero". Al ser trasladados a Madrid, el forense constató diferentes lesiones en los detenidos.El tribunal concede "credibilidad y verosimilitud" a las declaraciones efectuadas por los torturados. Su "minuciosidad" en el relato de los hechos y la descripción de los agentes que participaron en las torturas y la coincidencia y coherencia de lo declarado en el sumario y en la vista oral otorgan a esos testimonios la calidad de pruebas de cargo.

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