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La culpa es de los dentistas

Soledad Gallego-Díaz

Francis Fukuyama, el funcionario norteamericano que se hizo famoso al anunciar la muerte de la Historia, ha publicado otro libro en el que propone una explicación omnicomprensiva de lo que pasa en el mundo desarrollado. Aumenta la criminalidad porque las mujeres ya no están en casa cuidando e introduciendo a los hijos en los valores clásicos de la moralidad y la civilización; aumenta el paro, porque las mujeres se han incorporado masivamente al mundo laboral y han arrebatado puestos de trabajo a los hombres; bajan los salarios, porque las mujeres aceptan sueldos de miseria... El problema no es la globalización, sino la femenización de la economía.Fukuyama asegura que su análisis no es pro ni contra ese fenómeno, sino que se limita a constatarlo y a explicar su alcance y sus consecuencias, sin valorarlo como "bueno" o "malo". Su tesis ha tenido poco eco, probablemente porque recuerda a aquel famoso cuento en el que alguien anunciaba: "Los nazis creen que la culpa de todo lo que ocurre en Alemania es de los judíos y de los dentistas" y su bienintencionado interlocutor respondía asombrado "...pero, ¿por qué de los dentistas?".

No hace falta recurrir al escritor norteamericano para darse cuenta de que cada vez que se habla del paro en España alguien añade rápidamente: "Bueno, es que las mujeres se han incorporado de golpe al mercado del trabajo". La explicación del paro reside en cualquier lado, menos en las propias necesidades del capital. Así se consigue que nos distraigamos discutiendo entre nosotros: ¿la explicación está en las mujeres o en los dentistas?.

Mientras se da tiempo a que los dentistas reaccionen, algunas mujeres norteamericanas han decidido por su cuenta hacer cierto lo de la "femenización" de la economía, aunque en un sentido ciertamente diferente: se han organizado para intentar impedir que una de las más importantes compañías multinacionales de energía construya un gaseoducto en Afganistán mientras que el régimen de los talibanes no permita que las mujeres afganas trabajen a cambio de un salario. Dado que los talibanes creen que una lectura estricta del Corán obliga a dar un "tratamiento especial" a las mujeres, pero que es perfectamente compatible con el dinero de la multinacional, es posible que este grupo termine teniendo más posibilidades de presionar al régimen de Kabul que la animosa comisaria europea Emma Bonino.

La empresa multinacional es la norteamericana Unocal Corp., con sede central en California, y lo que pretende es invertir unos 4.500 millones de dólares para construir un oleducto que lleve petróleo y gas desde el Mar Caspio hasta la India y Pakistán y, según The Washington Post, ayudar a liberar a estos países de su dependencia de Rusia.

Las estadounidenses National Organization of Women y Feminist Mayority, que han presionado para dedicar el próximo Día Internacional de la Mujer (8 de marzo) a la dramática situación de Afganistán, intentan movilizar a suficientes personas en Estados Unidos, y en todo el mundo, como para que Unocal ayude también a liberar a las afganas de una dependencia peor que la energética.

Los portavoces de la compañía se han mostrado lo suficientemente preocupados por la campaña como para asegurar que intentarán contratar mujeres en sus oficinas de Kabul y convencer a los talibanes para que permitan que algunas de sus compatriotas reciban, a su cargo, formación como maestras.

La multinacional (que comparte un proyecto en Vietnam con la petrolera española Repsol) tiene en Internet una página (www.unocal.com) en la que proporciona amplia información sobre sus empresas y afirma estar encantada de recibir todo tipo de mensajes.

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