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Davos, la cita

Joaquín Estefanía

Todos los años, la clase dirigente mundial -empresarios, políticos, intelectuales- tiene una cita en Davos, la ciudad de La montaña mágica. Allí se pronostican los fenómenos económicos emergentes, pero nadie fue capaz, hace 12 meses, de prever la espectacular crisis que sólo un cuatrimestre más tarde iba a estallar en la zona de los tigres asiáticos, por lo que en esta ocasión -con retraso- han de abordar sus consecuencias. El orden del día prefijado se titulaba Prioridades para el siglo XXI, aunque esas prioridades habrán de ser dejadas para otro momento.Fue en Davos, hace dos años, donde se analizaron los efectos de la globalización. Allí fue donde, en 1997, se expresaron las dudas, ahora totalmente superadas, de la presencia de España en la Europa del euro en el primer periodo y, sobre todo, donde se demostró la enorme superioridad tecnológica estadounidense -y se entronizó la figura de Andrew Grove, el patrón de Intel- como factor clave de su modelo económico. Ahora, los reunidos desarrollarán sus ideas sobre la gestión de la volatilidad de los mercados (que enriquecen o arruinan a un país en 24 horas); el efecto dominó de la crisis asiática, fundamentalmente en otra área emergente como es la latinoamericana, y pronosticarán si China y Japón, por muy distintas causas, añadirán fuego al fantasma de la deflación (Krugman acaba de escribir que le resulta "difícil imaginar un mundo en el que la deflación se convierta en una tendencia").

En sus primeros momentos, la cumbre de Davos ha apostado, pese a todos los pesares, por la continuación de la apuesta asiática. Según una inmensa mayoría de responsables de las grandes empresas, Asia seguirá siendo el mejor destino de sus inversiones; no en vano se prevé que en el año 2025 Asia representará cerca del 60% del producto interior bruto (PIB) mundial.

Pero si Davos estudia con profundidad lo que ha fallado en Asia y los porqués, deberá pronunciarse sobre otros factores:

- El riesgo al retorno de un cierto proteccionismo. No sólo se trata de que el Congreso estadounidense haya denegado el fast track que proponía Clinton, sino del temor de los países industrializados a las exportaciones masivas provenientes de los tigres con monedas muy devaluadas. Las consecuencias sociales en términos de extrema pobreza, paro y migraciones que sufren las naciones asiáticas en crisis (Corea del Sur, Malaisia, Tailandia, Indonesia, etcétera), que se manifiestan ya como las más importantes, por delante de las políticas o de las estrictamente macroeconómicas o bursátiles, y que se han interiorizado sin escándalo. El presidente, de la empresa coreana Samsung ha declarado: "Los despidos son una obligación. Nuestra supervivencia depende de ello".

- El papel cada vez más significativo de China, imprescindible para el equilibrio mundial. Los analistas se preguntan todos los días, cuando las bolsas se mueven, si el yuan (moneda china) resistirá sin devaluar y si Hong Kong mantendrá la paridad de su moneda con el dólar.

- La necesidad o no de establecer controles a la movilidad de los capitales y de las inversiones especulativas a corto plazo. Y su posibilidad técnica a través de nuevas funciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) o de los organismos multilaterales.

- Una explicación convincente de por qué muchos de los presentes en Davos vendieron durante tanto tiempo las excelencias del modelo asiático de desarrollo y hoy lo repudian sin ninguna autocrítica por medio, afirmando que no se trataba del verdadero capitalismo liberal. Escuchar a alguno de los antaño hagiógrafos del modelo asiático definir hoy la crisis de la zona como "la segunda caída del muro de Berlín" produce un cierto sonrojo.

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