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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Castro y el Papa

TANTO FIDEL Castro como el Papa tienen algo que ganar con la visita histórica que este último inicia hoy a Cuba. A corto plazo, sin embargo, es el comandante quien más provecho puede sacar del viaje pontifical, mientras que las ventajas para la Iglesia católica podrán notarse, en todo caso, a medio y largo plazo. No estamos, pues, ante un enfrentamiento de estos dos titanes del siglo XX, sino ante más de una coincidencia, por mucho que Juan Pablo II se muestre éticamente crítico con la dictadura castrista. Los dos pertenecen a una misma generación; quizá ambos representen al pasado más que al futuro y están ambos en el final de sus trayectorias; creen en sí mismos y en la influencia de su acción. Incluso la protesta de la Iglesia porque la televisión cubana no emita todas las misas del Papa tiene un regusto totalizante, pues no pide sino que se pongan a su disposición todos los medios de comunicación del Estado. La movilización controlada de la sociedad cubana que está promoviendo Castro para recibir a Juan Pablo II -a la fuerza, muy superior a la de la propia Iglesia local- refleja el afán del dictador por utilizar esta visita de complicados preparativos para afianzar su propia posición, y ganar respaldo internacional, como han hecho otros dictadores en otros tiempos y lugares. Castro podría utilizar una cierta apertura religiosa para compensar la falta de reforma política e incluso la difícil situación económica que padecen los cubanos. La llegada a Cuba se produce en mal momento para el Papa, a sus 77 años, en razón de su salud quebradiza, en la que se presenta quizá como la última misión de Woityla. Sin duda, busca provocar una apertura del régimen e incluso alcanzar para la Iglesia una cierta posición mediadora entre el poder y la oposición. Cuba, sin embargo, no es Europa del Este, y toda eventual transicion -probablemente el día en que muera Castro- debe contar con la existencia de un importante exilio en Florida, hoy dividido y desorientado, 39 años después de la revolución, que se ha mostrado en una parte remiso a esta visita, justamente porque considera que consolida al dictador. No obstante, la prioridad del Papa pasa en primer lugar por abrir espacios de actuación y de influencia, en la enseñanza y en el culto, a una Iglesia perseguida durante décadas, y cuya implantación en una sociedad donde se entremezclan diversas tradiciones es hoy difícil de calibrar. En todo caso, el verdadero efecto de esta visita sobre la vida de los cubanos empezará anotarse cuando el domingo, el Papa salga de Cuba. ¿Marcará un punto de inflexión? Pocos factores lo apuntan; desde luego, no el micrófono, descubierto para espiar al Papa, o las múltiples detenciones de opositores que se han producido en las semanas previas a este viaje. Cuando le crucen sus miradas, cuando el Papa lea sus homilías y Castro, en un lugar u otro, las escuche, ambos estarán pensando no sólo en su propio futuro yen el de Cuba, sino que tendrán un ojo puesto en Washington. Se espera que Juan Pablo II haga un llamamiento en favor del levantamiento del embargo comercial de EE UU contra Cuba, cuando las relaciones entre Washington y este Papa pasan por momentos bajos, en comparación con su estrecha colaboración durante las etapas finales de la Guerra Fría. Juan Pablo II también esconsciente de que lo que diga en Cuba tendrá un reflejoen el conjunto de América Latina, donde la revolucióncubana -pese a su fracaso- siempre ha sido un elemento de referencia que ha alimentado los discursos de un sector de la Iglesia católica.Es un viaje importante, pero no tanto como para justificar el enorme despliegue de medios de RTVE sobre el terreno. Ningún desplazamiento del Papa -salvo, naturalmente, a España- ha supuesto tal movilización por parte de la multideficitaria radiotelevisión estatal. En todo caso, Aznar estará atento para, pasado este viaje, aprovechar la ocasión a remolque del Vaticano y designar, finalmente, a un embajador en Cuba. Volverá así a la casilla de salida en este tablero que, entre tanto, ha movido para mal. España ha perdido terreno diplomático y Castro ha facilitado, en número y en opacidad, la presencia de etarras en la isla. Algo inaceptable.

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