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"Quiero encandilar al público sólo con un piano y a voz"

Miguel Ángel Villena

En los últimos tiempos, Lluís Llach había optado por los conciertos-espectáculo que sirvieron para pasear por toda España discos como Un pont de mar blava o Porrera. Un grupo de músicos, una escenografía cuidada y una producción con todo lujo de detalles arroparon al cantante ampurdanés en esa época. Pero al celebrar sus 30 años en los escenarios, Lluís Llach (Verges, Girona, 1948) ha querido volver a la esencia de un cantante. Nu (Desnudo) es el significativo título de su último disco, donde Llach afronta el reto de "encandilar al público sólo con el piano y la voz"."Lo esencial es eso, un piano, la composición, el músico. Pensaba que no necesitaba nada más para repasar 30 años como cantante. Quizá haya sido una chulería, pero el público ha respondido de maravilla. También me han servido los recitales de Nu para una cierta reeducación de la interpretación vocal y de la pulsión de la comunicación. Al mismo tiempo, me han llevado a una relación directa con los espectadores, porque en actuaciones así no puedes buscar refugio, porque estás solo en el escenario", dice Lluís Llach.

El cantante ha celebrado en los últimos meses, con conciertos en toda el área lingüística catalana y en Francia, sus tres décadas como artista, y dentro de unos días ofrecerá seis recitales en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, entre el 3 y el 8 de febrero. Este provocador mediterráneo, que ya se ha convertido en un punto de referencia para muchos aficionados, advierte que ha procurado no incluir sus canciones más emblemáticas en los recitales, ha intentado huir de esa suerte de antología de grandes éxitos que montan, otros cantantes. "Ni estacas ni Ítacas", comenta Llach con una sonrisa. "En el disco", agrega, "recojo canciones que explican mi trayectoria. Los recitales de Nu han estado marcados por una gran comunicación con el público, que ya sabe que siempre digo lo que pienso".

Al que fuera el miembro más joven de los históricos Setze Jutges, que abrieron paso a la nova cançó, no le gusta mucho reflexionar sobre los misterios que se esconden tras el éxito de algunos cantantes (Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Joaquín Sabina, el propio Llach...) que logran convocar a seguidores que abarcan desde los adolescentes hasta los jubilados.

A pesar de esa reticencia a los análisis, Llach aventura: "Durante la travesía del desierto de los años ochenta, algunos cantantes parecíamos el testimonio de algo que se quería olvidar, antiguo y desfasado, como residuos del paleolítico. El paso del tiempo ha demostrado que teníamos un ámbito de comunicación con el público que valora los hechos diferenciales en la forma de hacer música o nuestras defensas de la ética. Hemos intentado ser muy profesionales y, por encima de todo, somos muy currantes".

El instinto de aprender, una necesidad casi vital de evolucionar y de abrirse a nuevas experiencias parecen ser la clave del triunfo de este ampurdanés, tímido y socarrón a un tiempo, que recorre desde hace años no sólo los teatros catalanes, valencianos o mallorquines, sino que vuelve una y otra vez a las carteleras de París y de Madrid, entre otras grandes ciudades.

Desde su primera actuación en la capital de España, a finales de los años sesenta, Lluís Llach siempre ha tenido "una acogida más que calurosa". Los vaivenes de la política nunca han influido en los fieles del cantante, que muestran, según Llach, "una espléndida tolerancia cultural, que, por otra parte, es la norma, y no la excepción". Así las cosas, el cantante catalán subraya: "La música es ciudadana del mundo, una expresión que se apoya mucho en lo irracional, en la sensualidad, en un lenguaje universal".

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Lluís Llach, del 3 al 8 de febrero, en el Círculo de Bellas Artes, Marqués de Casa Riera, 2; metro Banco. 21.00 o 19.00 horas. 2.000 y 2.500 pesetas.

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