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MUNDIALES DE CICLISMO

El título profesional, tan abierto que ni los desconocidos se descartan

Carlos Arribas

Sólo Jalabert de entre los favoritos ha tenido razones para dormir tranquilo los últimos días, aunque no lo haya hecho. La ilusión de abrir los ojos a media noche y entrever en una silla su medalla de oro y su maillot arcoiris de la contrarreloj ha sido superiori a la calma que produce saber que pase lo que pase hoy él y a ha cumplido con sus sueños. A otros de los grandes no les desvela, sino la pesadilla. Andan italianos y suizos en bloque, algunos belgas, rusos, daneses, holandeses o checos sueltos, de esos clasicómanos empedernidos, con un mal sueño recurrente: están a punto de levantar los brazos, pero aparece por detrás, sin que nadie sepa ni cómo ni por dónde, un absoluto desconocido que les deja KO con un preciso golpe de riñones.El desconsuelo de los ricos es el desconsuelo de los pobre en este Mundial al que las ausencias, lo tardío de las fechas y la levedad del circuito -visto lo visto en otras categorías- lo han convertido en tal lotería que nadie está seguro de nada. Los españoles duermen bien, tranquilos y relajados. Poco se espera de ellos: todo lo que pase será bienvenido. Y eso será posible porque Marino, Jiménez, Txente, Leaniz, Mauri, Clavero, García Casas, Igor Galdeano, Heras, Serrano, Domínguez y Edo saben que como es más que probable la llegada en un grupo numeroso es más que posible la posibilidad de que alguno de ellos llegue hasta el final con los mejores. Pesadillas y escalofríos para éstos -Richard, Gianetti, Rebellin, Tafi, Guidi, Museeuw, Rús, Gontchenkov o Svorada-, los buenos que no ven muy posible marcar la díferencia en un circuito poco selectivo. Y otro temor más: los que no han corrido la Vuelta se huelen que los que la terminaron tienen más marcha.

No se ven muchos muy capaces de hacer que las cosas pasen en vez de ser víctimas del río que los lleva a todos. Se dice que los italianos, el club más potente, sólo tienen una obsesión: lograr que en el corte que se pueda producir con alguno de los suyos no entre Jalabert, aislar al peligro público. número uno. Se dice también que el francés no anda muy preocupado por tal posibilidad: se sabe delantero marcado, pero se sabe delantero goleador en cualquier circunstancia, en solitario o en grupo. No se sabe si los suizos sucumbirán a su caos habitual, la manía de cada uno hacer la guerra por su parte, o si se buscarán a un líder bajo el que hacer piña, o si al astuto y rápido Richard le permitirán moverse.

Mientras, Jiménez, El Chaba, reflexionaba sobre la deuda que tiene con la afición y la mejor manera de satisfacerla. Como diría el otro, con un mínimo gesto -un arranque fulgurante en el repecho de Oriamendi- cumpliría, pero mientras espera a saber con qué pie se levanta -si ha tocado día, de ánimo o de pesimismo- sufre pensando en lo difícil que serán los descensos hasta la Concha. Y en Oriamendi, en los prados, centenares de italianos han montado sus tiendas de campaña. El Mundial es su religión.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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