Lenguaje aventurado
El presidente Bill Clinton, en un alarde de altiva arrogancia, que difícilmente se corresponde con la realidad (véase EL PAÍS del 16 de agosto), ha afirmado que el siglo que termina es el siglo de América, por su espíritu innovador, fe en el futuro que les ha inspirado a ellos y a millones de personas en el mundo. Clinton agregó que esa energía había ayudado al mundo a superar guerras, depresiones, la revolución industrial, la caída del comunismo, el auge de la democracia en todo el mundo, la aclaración de nuevos misterios en el cuerpo humano y la exploración de Marte. Le ha faltado descubrir en qué galaxia reside Dios.. Después del arrogante triunfalismo de Clinton, ya no nos queda a los mortales más que pedir misericordia para que nos dejen vivir.Pero, para un observador agudo, el triunfalismo del presidente tiene algunas vías de agua... ¿Es solamente Estados Unidos el que ha hecho avanzar la ciencia en el siglo que acaba? ¿Son todas las democracias que ha forzado Estados Unidos modelos de libertad, independencia económica y garantía de los derechos humanos? ¿Qué democracia y libertad hay en esos Estados árabes semifeudales que venden el petróleo al precio que ellos le fijan?
Pero donde más se exacerba el exultante orgullo de EE UU es en su formidable Ejército, que venció en la II Guerra Mundial por su abrumadora superioridad de material, pero que hizo tablas en Corea y perdió la guerra de Vietnam. Otro presidente no menos arrogante que Clinton, Bush, dijo, cuando la guerra del Golfo había terminado, que "EE UU había superado para siempre el complejo de Vietnam". Sólo un desconocedor integral de la historia puede decir eso... ¿Qué pasó con Egipto, Roma, Persia, Turquía, España y, más modernamente, con el Reino Unido y Francia?-
