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GOLF

El Tigre ya tiene su chaqueta

Tiger Woods se convierte en el jugador más joven que gana el Masters de Augusta

Carlos Arribas

21 años, tres meses y 14 días. Talla 42 larga. 270 golpes. 18 por debajo del par del Augusta National Golf Club. 12 de diferencia sobre el segundo. -13 en los pares cinco. Todo números. Todo récords históricos. Así, sólo con números y récords, podría escribirse la vida del nuevo poseedor de la chaqueta verde. Hace seis años el exclusivo club que organiza el primer torneo grande de la temporada admitió a su primer socio negro. Tiger Woods se convirtió ayer en el primer negro en ganar su torneo. No sólo lo ganó, hizo trizas años de tradición. Y todo, en la manera en que estaba anunciada desde hace meses. La chaqueta verde ya está en su armario. Se la impuso un circunspecto Nick Faldo, el ganador de 1996, consciente de que su tiempo quizás se haya acabado. Eso era todo lo que quería: poder abrazarse con su padre y llorar a moco tendido sobre su hombro. Lo hizo con decisión, sin trabas ni miedos. Consciente, muy consciente, de su papel. De paso cambió toda la visión tradicional sobre el golf. Habrá un antes y un después del 13 de abril de 1997.Lo de menos son los 486.000 dólares (unos 70 millones de pesetas) que se embolsó con su triunfo. Tiger Woods, el nuevo fenómeno del deporte mundial, convirtió el último día del Masters, el siempre dramático domingo, el día en que, en palabras de Olazábal, "siempre se parte el bacalao", en una vuelta de homenaje por los históricos 18 hoyos del campo, por sus respetados nombres de flores, por su Calamity Lane -hoyos 3, 4 y 5- y por su Amen Corner. En su paseo triunfal aprovechó para borrar de los libros de tapas verdes que polvorientos ya guardan los registros y récords del torneo más tradicional los nombres de figuras veneradas, de Jack Nicklaus y de Raymond Floyd, de Severiano Ballesteros también. Esos libros son la verdadera historia del golf en los últimos 50 años. Esos libros han cambiado de contenido por primera vez en 32.

Cuando Jack Nicklaus, el más grande mito del golf, hizo su aparición por el Masters, la gente del golf alucinó. "Juegas un golf que no habíamos visto nunca", le dijo Bob Jones, el constructor de Augusta, al que aún no había alcanzado el apodo de Oso Dorado. "Podía haber esos elogios para Tiger", dice ahora. Nicklaus. Es la misma revolución. Un hombre capaz de darle más larga que nadie -en los segundos golpes de los pares cuatro no ha usado un hierro más bajo que el 7; ha sido capaz de alcanzar el green de algunos pares cinco en dos golpes usando un wedge, el palo que se usa para salir de los búnkers- y al mismo tiempo con imaginación, toque y sensibilidad en los golpes cortos, en los chips y en los putts. Nadie puede competir contra eso. Para él el campo son 70 golpes en regulación, no 72 como para los demás. Habrá que cambiarlo para que los demás tengan una oportunidad de hacer algo. ¿Qué harán los otros tres grandes, el Open de EE UU, el Británico y el Campeonato de la PGA, para evitar que el imposible Grand Slam se convierta en un paseo para el Tigre?

Cuando el Oso Dorado convirtió en una costumbre ganar la chaqueta verde -ha conseguido seis hasta el momento-, los organizadores tardaron unos años en reaccionar, pero finalmente sustituyeron la hierba bermuda, más lenta, por la rapidísima bent, la que convierte los greens en lugares diabólicos, resbaladizos como espejos. ¿Qué deberán hacer para frenar al Tigre? ¿Poner búnkers más allá en los pares cinco, allá donde suelen aterrizar los primeros golpes de Woods? Por lo menos deberán ir pensando en cambiar la ubicación de los pasos de peatones de todos los hoyos, ahora amenazados por los terribles drives del Tigre.

Nunca se había visto tamaña exaltación del público, una multitud tan hipnotizada por el carisma de una persona -y el Tigre tiene carisma, lo dicen los fotógrafos que ven como la cámara por sí sola enfoca siempre hacia el prodigio de la sonrisa de dentífrico-, tan indiferente a lo que otra cuarentena de grandes golfistas hacían que nadie diría que se estaban afanando contra el campo para algo. Miles y miles de personas que obligaron a que por primera vez un jugador de golf necesitará guardaespaldas para pasar de un hoyo a otro.

Las entradas para los cuatro días valen oficialmente 100 dólares. No se ponen a la venta. Se envían a suscriptores de toda la vida. En la reventa costaban normalmente unos 3.000 dólares, este año cotizaron a no menos de 7.000 (cerca del millón de pesetas). Hay quien dice que la Nike en su intento de acaparar para sus ejecutivos provocó la subida.

José María Olazábal terminó 12º, un gran regreso al Masters, después de hacer par en la jornada de ayer.

Clasificación final

1. Tiger Woods (EEU U), 270 golpes (-18). 2. Tom Kite (EEUU), 282 (-6). 3. Tommy Tolles (EEUU), 283 (-5). 4. Tom Walson (EEUU), 284 (-4). 5. Paul Stankowski (EEUU), Constantino Rocca (Italia), 285 (-3). 12. José María Olazábal, 287 (-1).

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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