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La casa encendida

La arquitectura está reconociendo que ha abusado -y sigue abusando- de la idea de función. Construír con racionalidad, distribuir con lógica, empieza a dejar de ser un principio absoluto. No se trata de que ahora estén preparándose los arquitectos para hacer locuras en la primera oportunidad que apresen un proyecto, pero sí parece que se trata de trabajar menos con el raciocinio en exclusiva y más con la emoción, la estética y la fascinación. En definitiva se alistarían, como en otras profesiones, con lo que implica de manera peculiar a las mujeres que, entre tanto, no por casualidad, están ocupando más del 50% de los puestos en las aulas y en los concursos.El pasado fin de semana, Europan celebró en el Palacio de Congresos de EUR, en, Roma, un congreso internacional para debatir los resultados de su cuarta edición. Europan es un concurso de la Unión Europea destinado a jóvenes arquitectos que se viene celebrando desde hace diez años, a razón de una convocatoria cada 20 meses. En los proyectos que se presentan, en los que se premian y en los que, al fin, llegan a realizarse, se manifiestan, mejor que en las obras de las grandes estrellas, las tendencias de la profesión. Como también las ideas que los arquitectos -los últimos filósofos de nuestro tiempo- elaboran sobre los deseos y las necesidades de la contemporaneidad.

Hay muchos españoles distinguidos, en los años de Europan (Enrique García Sobejano, Fuensanta Nieto, Eduardo Belzunce, José González, entre otros, dentro de la presente edición) y una reflexión abundante que ni aparece en los grandes libros ni ha tenido todavía el tiempo de manifestarse en grandes masas urbanas. Aparece, con todo y con progresiva intensidad, en estos debates donde se escucha hablar de la ciudad y el ámbito privado de una manera diferente a la que ha venido imperando en los discursos desde hace cincuenta años.

Klas Tham, un arquitecto sueco, profesor en la universidad de Lund, ha elaborado un catálogo de atenciones humanas a las que no debería cerrar los ojos la imaginación del arquitecto. Hasta ahora, ampliamente guiados por la economía, la eficiencia y la racionalidad, los arquitectos han hecho predominar, según Tham, el lado izquierdo del cerebro. De ahí se han deducido obras de interés lógico y funcional, despojadas y geométricas, pero no, en buena parte de los casos, viviendas acogedoras, entrañables o conmovedoras. Les ha faltado a esas casas leer el best-seller mundial de Goleman, y añadir a su sabiduría una "inteligencia emocional", según mandan los femeninos tiempos que nos rodean.

Concretamente, según Klas Tham, es ya el momento de hacer un uso más intenso de la sensualidad tanto como forma de comunicación como de conocimiento y, en fin, de construcción. Las, viviendas que nos venden los promotores tienen garantizados los servicios y la distribución espacial. Incluso puede que unos y otra sean satisfactorios si se tiene la suerte de dar con alguna que otra empresa. Una casa, sin embargo, requiere para serlo plenamente que su diseñador haya pensado no sólo con sentido sino teniendo en consideración los cinco sentidos. Ha de atender, desde luego, a la luz, pero también a todos los colores, los olores y sonidos que se esparcirán afuera y a través de ella, los ritmos generales en los que se encuadre y el tacto que determinen sus materiales. Una casa actúa como una amistad y ha de ser cariñosa en sus sentidos, amable en sus movimientos, optimista en su valoración del porvenir. La casa no es sólo un medio, sino un sueño. No debe ser, por tanto, efecto único del pensamiento eficiente sino también del más sugestivo. Más allá de la solidez de sus muros, su aspecto debe ofrecer seguridad; más allá de sus grandes aberturas ha de brindar sensación de integración comunitaria, y, al margen de sus cierres, ha de procurar privacidad y secreto. ¿Demasiadas cosas para un arquitecto? Llame, pues, a una arquitecta.

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