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Ponga un policía en su calle

Un centenar de agentes recibe, 'clases' de vecinos antes de convertirse en agentes de barrio

Jan Martínez Ahrens

Antonia Rubio Espinosa, ama de casa del vallecano barrio de Entrevías, dio ayer una lección a 23 policías. La mujer, de pelo cano y maneras firmes, se sentó frente a los agentes y se lo dejó claro: "Lo que no puede ser es que ustedes animen a los vecinos a presentar denuncias y que luego éstas caigan en saco roto; eso, no". Los policías, desarmados, asintieron sin rechistar. Estaban aprendiendo a escuchar. Una asignatura incluida, como la lección de Antonia Rubio, vicepresidenta de la asociación vecinal La Viña, en las clases que desde el lunes han empezado a recibir un centenar de agentes de las comisarías madrileñas de Entrevías, Usera y Chamberí para adentrarse en los arcanos de la policía de barrio. Un proyecto, muy próximo al bobby británico, que el Ministerio del Interior pretende extender en los próximos meses a otras 17 ciudades españolas y que constituye, según sus creadores, una auténtica revolución en los métodos de la policía española.

La policia de barrio saldrá por primera vez a la calle en abril

"Los agentes tendrán que cambiar, ya que para este trabajo necesitan aprender a escuchar y a hablar. Han de saber cuáles son realmente las necesidades de los vecinos y darles un tratamiento personalizado", afirmó el comisario del distrito de Entrevías, Julio Antón. Para conseguir este reciclado se ha diseñado un programa piloto, de unas 40 horas lectivas, en el que un 40% del tiempo corresponde a intervenciones de colectivos ciudadanos. "Hablan desde menores con antecedentes hasta colectivos de gay, pasando por servicios sociales y padres de alumnos", indicó el comisario Antón.El resto del tiempo se les inculca a los agentes "contenidos profesionales". Es decir, se les enseñan rudimentos de policía judicial, de seguridad ciudadana o del servicio de documentación, de modo que cuando salgan a la calle estos "policías de proximidad" se hayan convertido en una especie de oficina multiusos que igual sirva para practicar una veloz inspección ocular en el lugar de un crimen que para intervenir con mano de plomo en una reyerta o recibir una queja vecinal y tramitarla inmediatamente como una denuncia.

"No queremos rambos, sino alguien cercano. Pero tampoco esperen que los vecinos seamos la policía de los policías y que les estemos vigilando continuamente para evaluarles", dijo Marisa Latorre, de la asociación vecinal La Colmena, a los 23 atentos agentes de Entrevías.A pie o en moto

Con una media de 41 años, estos policías deben finalizar su formación antes del 15 de abril, fecha en la que desplegarán sus conocimientos por este barrio obrero, de 200.000 vecinos, en su mayoría procedentes de la inmigración. Cada agente, a pie o monta do en una moto escúter recién estrenada, recorrerá en solitario y diariamente una misma zona. La vigilancia empezará a las ocho de la mañana y acabará a las once de la noche.

El principal riesgo de esta nueva forma de patrullar reside, según el comisario Antón, en la soledad. "Son siete horas todos los días, y si no encuentra apoyo de los vecinos o si se ve rechazado, el agente se hunde. También hay que tener cuidado", indicó Antón, "con el clientelismo: hay que evitar los excesos de confianza o que el agente pierda su perspectiva policial; eso es un fenómeno que se origina pasados los seis meses. Veremos cómo lo. arreglamos".

Será entonces cuando se empiece a conocer la viabilidad de un proyecto que en un principio se dibuja en colores rosas, con agentes motivados que, entre saludo y saludo al tendero y a la vecina del quinto, visitarán diariamente a los ancianos en sus casas -"para charlar y reconfortarles"- Será entonces también cuando allí mismo, en Entrevías, el barrio donde se levanta el Pozo del Tío Raimundo y el poblado de realojamiento de La Celsa, la policía sepa realmente lo próxima que está a la calle.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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