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Tribuna
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Así construimos la moneda europea

A falta de pocos años para pasar al nuevo milenio, los europeos miramos un siglo que no podía ser más contradictorio. En dos guerras mundiales los hombres combatieron, sembraron la muerte y la destrucción. La barbarie nazi trajo sufrimientos indecibles a Europa. Ya hace más de cincuenta años que terminó la II Guerra Mundial. Después sucedió algo en Europa que para algunos todavía hoy parece un milagro: los enemigos de antaño se han dado la mano.Desde entonces, los alemanes vivimos el periodo más largo de paz de nuestra historia moderna. Hoy estamos construyendo junto a nuestros vecinos y amigos la casa europea. Todo esto ha sido posible gracias a la voluntad de paz de aquella generación de fundadores que reconstruyó Europa. Nombres como Alcide De Gasperi, Robert Schuman y Konrad Adenauer simbolizan esta obra única en la historia reciente de Europa.

Italia, uno de los grandes países miembros de la Unión europea era y es, como miembro fundador de la Comunidad Europea, que llevó al bautismo el Tratado de Roma, del que este año se celebra su cuadragésimo aniversario, un fautor significativo de la unificación europea y para los alemanes un compañero próximo y afirmado. Esto se manifiesta también en el encuentro germano-italiano anual, que se celebrará de nuevo dentro de pocos días [Hoy en Bonn].

Pero nuestros países no están solamente unidos por la voluntad de amistad recíproca y cooperación. Alemania e Italia demostraron ya poco después de la II Guerra Mundial su determinación de empeñar sus fuerzas conjuntamente por una unión siempre más estrecha de los pueblos de Europa. En esta responsabilidad europea común se encuentran todavía hoy nuestros países. Para mí no cabe ninguna duda: sólo si todos los socios miran hacia la misma meta podemos estar a la altura de los grandes desafíos europeos y las obligaciones del futuro. El acuerdo sobre el rumbo futuro de Europa es irrenunciable si queremos elaborar un orden político y económico para nuestro continente que preserve la paz y la libertad y también para las generaciones que nos sucedan.

La Conferencia Intergubemamental para la revisión y el desarrollo del Tratado de Maastricht entra ahora en su fase decisiva. Y ahora es importante que nosotros pongamos de manifiesto nuestra voluntad por los progresos sustanciales que llevarán hacia adelante en Europa. Para mí, a propósito de esto, son de particular relevancia los siguientes puntos:

Primero. Si queremos seriamente ocupamos de una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos en Europa, entonces debemos mejorar de modo decisivo la cooperación en el terreno de la política interior y de la justicia. Los ciudadanos esperan de nosotros soluciones convincentes. Según mi opinión, de esto forma parte sobre todo la configuración de la Europol hasta convertirse en un organismo policial europeo operativo. Además deberemos también mejorar la asistencia administrativa y judicial y encontrar una política común para las cuestiones relativas al asilo.

Segundo. Necesitamos de una política exterior y de seguridad común que sea merecedora verdaderamente de este nombre. Europa debe hablar con una sola voz y debe concentrar eficazmente sus fuerzas si en el futuro quiere hacer valer mejor su peso. Y esto significa también el desarrollo de una identidad europea de seguridad y de defensa en estrecho concierto con la asociación atlántica.

Tercero. Queremos una Unión Europea que sea más transparente y más comprensible para los ciudadanos. La legitimidad de las instituciones europeas se apoya esencialmente sobre el consenso de los ciudadanos. Lo conservaremos sólo si aclaramos los procesos políticos a nivel europeo. Y esto significa también que el Parlamento europeo debe estar más implicado de lo que ha estado hasta ahora en el proceso de unificación europea y que hagamos a los parlamentos nacionales más partícipes.

En los objetivos de la Conferencia Intergubernamental hay una amplia convergencia entre Italia y Alemania, lo que no significa que en lo que respecta a algunas cuestiones particulares no haya aproximaciones y prioridades diferentes. Sin embargo, Italia y Alemania han demostrado constantemente su voluntad común en compromisos que lleven adelante. Esto es válido no sólo en lo que respecta a las últimas discusiones, todavía en curso, en el seno de la Conferencia Intergubemamental. También nos une la común convicción de que sólo una Europa verdaderamente unida puede tener listas las respuestas a los desafíos del siglo XXI. Por todo ello, son necesarias la Unión Política y la Unión Económica y Monetaria: la Unión Europea sin ellas no podrá durar mucho. La estabilidad política y la estabilidad económica están inseparablemente ligadas. Europa, de acuerdo con los grandes cambios revolucionarios en la Europa central y oriental, debe crecer todavía más como comunidad de estabilidad y bienestar.

La creación de la Unión Económica y Monetaria es una piedra esencial de la Casa Europea. Los acuerdos que hemos conseguido en el Tratado de Maastricht han traído ya múltiples efectos positivos. En todos los países europeos -no sólo en Alemania e Italia- han sido realizados y se están llevando a cabo grandes esfuerzos para transformar Europa a largo plazo en una comunidad estable cuya voz tenga peso y se asiente en los mercados mundiales.

Nosotros estamos a favor del inicio de la Unión Monetaria Europea el 1 de enero de 1999, tal y como establece el Tratado, la fecha y el respeto a los parámetros de convergencia son indisolubles. Queremos juntos un euro estable. ¡Por lo tanto, todas las propuestas que se dirigen a un reblandecimiento de los parámetros o a una desvalorización dentro del Sistema Monetario Europeo perjudican a la causa común! La decisión sobre una participación desde el primer momento en la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria será tomada en la primavera de 1998 sobre la base de los datos económicos de 1997.

Es esencial que aseguremos el dinamismo del proceso de integración europea también en el futuro. Por eso, estoy a favor de que cada miembro, por lo que respecta a determinados progresos en la integración y manteniendo las adquisiciones comunitarias, siga adelante y pueda desarrollar una cooperación basada en la participación abierta a los otros países miembros. Me alegro de que mientras tanto esta consideración haya sido acogida positivamente por la mayor parte de los miembros europeos.

Alcide di Gasperi dijo una vez: "Europa existirá y nada de lo que constituye la gloria y la fortuna de cada nación se podrá perder". Estoy convencido de que nuestros dos países asumirán también en el futuro su común responsabilidad por Europa.

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