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Los padres de Europa discuten

Joaquín Estefanía

Las cosas se mueven en Europa. Conforme se acercan las fechas para la entrada a la tercera fase de la unión económica y monetaria (UEM), se multiplican las intervenciones y emerge un debate oculto: qué tipo de sociedad va a funcionar a partir del cumplimiento de los criterios de convergencia. El Pacto de. Estabilidad es uno de esos aspectos, pero no el único ni el fundamental.Jacques Delors se ha unido a la polémica que hace unos días mantuvieron Helmut Schinidt y Hans Tietmeyer: los padres del proceso participan en la controversia. La posición de Delors coincide -lógicamente- más con la de Schinidt que con la del jefe del Buba; recuerda el socialista francés que a la luz de Maastricht se debe elaborar un Pacto de Estabilidad, pero también de crecimiento, "que restablezca la confianza entre los Estados miembros, que devuelva la credibilidad al proyecto europeo y permita realizar con éxito y provecho para nuestros ciudadanos una Unión Económica y Monetaria. Dispondremos así... de los instrumentos necesarios para realizar un desarrollo duradero y garante de la buena armonía entre lo económico y lo monetario, lo político y lo social".

La necesidad de recuperar la confianza de los ciudadanos es la base para que el camino de la UEM no devenga en una especie de absolutismo ilustrado protagonizado sólo por los técnicos. El mismo día que Delors publicaba su artículo en EL PAÍS (el pasado viernes), un miembro del consejo monetario del Banco de Francia demandaba en Le Monde la incorporación de un sexto criterio de convergencia -el del desempleo- al Tratado, con el mismo fin: que los pueblos crean en Europa y estén dispuestos a movilizarse por su porvenir.

En este contexto, el papel del futuro Banco Central Europeo y sus características de independencia frente al poder político está en el centro de la porfía. Éste no es un asunto estrictamente económico, sino que afecta a la esencia del sistema democrático: ¿Quién dispondrá en última instancia de la llave de la política monetaria, que durante los últimos tiempos ha sido la más importante política económica que se ha aplicado, los electos o los nombrados? Para valorar las respuestas a este interrogante disponemos ahora de una nueva herramienta: la publicación en España del libro Bancos Centrales, (Biblioteca de Economía y Finanzas, de la Escuela de Finanzas Aplicadas), de Marjorie Deane (editorialista jefe de The Economist) y Robert Pringle (editor de Central Banking Publications). El prólogo de este libro lo escribe Paul Volcker, el antiguo responsable de la Reserva Federal norteamericana, a cuya acción muchos atribuyen la bonanza de la que hoy se, beneficia la macroeconomía de ese país.

Dice Volcker que su objetivo es moderar el sentimiento de entusiasmo, poner el énfasis en los límites naturales e inevitables que se imponen a unos bancos centrales que actúan para alcanzar el objetivo de la estabilidad; en definitiva, recordarles a los propios responsables de los bancos centrales aquello sobre lo que ellos acostumbran a prevenir a los demás: los excesos de celo y de confianza. "Entre otras cosas, me vi a mi mismo recordándoles a mis colegas que la historia proporcionaba escaso apoyo a la sencilla afirmación de que la creación de un banco central, por sí misma, aportase garantías contra la inflación... Es un hecho inquietante el que la preponderancia de los bancos centrales en este siglo haya coincidido con una tendencia general hacia una mayor inflación, y no lo contrario". El libro en cuestión, que describe por qué los bancos centrales son objeto de culto, puede ampliar este debate.

¿Cuándo la intervención de los líderes españoles? ¿Son éstos ágrafós?

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