Repensando el Estado de bienestar
CARLOS ESPINOSA DE LOS MONTEROSEl autor considera que los sistemas de protección se han desnaturalizado y que deben reformarse para dar cobertura a quienes realmente lo necesitan
En cualquier sociedad moderna existe gente realmente necesitada de asistencia para poder sobrevivir, ya que por unas causas u otras es incapaz de ganarse la vida en el mercado. Esa es una evidencia sobre la que se apoya la construcción de los modernos sistemas de protección social. Sin embargo, cuando muchos de los individuos -que pueden ocuparse de su propia vida y de la de sus familias- pasan a ser beneficiarios del mismo, estos sistemas se vuelven demasiado costosos y constituyen una pe sada carga difícil de mantener para el resto de la sociedad.La idea original del Estado de bienestar fue la de establecer una red mínima de seguridad destinada a cubrir a quienes no son capaces de vivir en una economía de mercado. De este enfoque se ha pasado a otro en el que se llega a proteger a gente que no lo necesita y, sin embargo, no se otorga suficiente protección a las capas más desfavorecidas. Se ha producido, pues, una desnaturalización de los principios fundacionales de los sistemas de protección social.
España es un caso paradigmático. El desarrollo del Estado de bienestar ha experimentado un importante impulso en los últimos tiempos, recorriendo en poco más de diez años un camino en el. que otros países han empleado décadas. La expansión de los llamados gastos sociales se ha producido, además, sin tener en cuenta si la economía española podía o no finan ciar en el largo plazo un sistema de protección social tan extenso y generoso. Las partidas más dinámicas han sido, por este orden, las pensiones, las prestaciones por desempleo y la sanidad.El crecimiento del Estado de bienestar, tal y como está hoy concebido, es a largo plazo incontrolable. La mezcla de universalidad, gratuidad y carácter püblico de las prestaciones determina el crecimiento incontrolable del gasto, tanto por su pro pía estructura (a precios cero, demanda infinita) como por ser objeto de competición entre los partidos políticos que concurren a las elecciones. En definitiva, el Estado de bienestar, en su versión actual, ha pasado de constituir una, solución a convertirse en un problema. Ésta es la razón por la que el Estado de bienestar se ha convertido. en uno de los elementos centrales del debate económico social y político de Ias sociedades desarrolladas, en especial de las europeas, en este final de siglo. Y éste es el tema que va a ser debatido hoy y mañana, en Madrid, en la X Conferencia Internacional de Asociaciones Empresariales Privadas, organizada por el Círculo de Empresarios, en la que representantes de más de 20 países expondrán sus puntos de vista, así como sus soluciones para afrontar este problema.
De hecho, puede afirmarse que el sistema de protección social tal como existe en la actualidad atraviesa una crisis, cuyo origen puede resumirse en tres puntos esenciales: los cambios registrados en la estructura demográfica de las sociedades occidentales, los crecientes problemas financieros del Estado de bienestar, sus negativas consecuencias sobre la actividad económica y el empleo.
Sin embargo, la discusión sobre el futuro del Estado de bienestar no se está realizando con el sosiego debido. Por un lado, la apelación a los sentimientos en lugar de a la razón y la facilidad con la que la demagogia puede abrirse camino en este terreno ha impedido que la racionalidad económica se convierta en un instrumento eficaz para arrojar luz sobre el, problema y ayudar a su resolución. Por otro, la mayoría de los Gobiernos no parece capaz de. pensar en medidas distintas al simple recorte de los gastos sociales para resolver la cuestión. Esto ha conducido a una situación, en la cuál todo el mundo siente que el modelo de protección social tal como lo conocemos no es viable, pero muy pocos se atreven a decirlo públicamente y nadie se atreve a plantear una reforma global capaz de garantizar su viabilidad.
La reforma del Estado de bienestar es imprescindible si se desea construir una economía competitiva, se quieren crear puestos de trabajo y se aspira a que los individuos tengan un adecuado sistema de protección social. Oponerse a la reforma constituye, por tanto, una huida de la realidad por la que finalmente se pagará un alto precio. Europa en general y España en particular no pueden compatibilizar una economía competitiva con el vigente esquema del Estado de bienestar, y éste no puede sostenerse sobre las bases de una economía poco firme.
Uno de los avances que deben producirse es el de la racionalización del debate sobre la reforma del Estado de bienestar, porque de lo contrarioésta sólo se podrá abordar cuando el modelo quiebre. La elección no es entre reforma o matenimiento de la situación actual, sino del tiempo, del ritmo y de la naturaleza de las reformas. Cuanto más se aplacen éstas, mayores serán los costes sociales, económicos y políticos de ponerlas en marcha porque la situación se deteriora cada vez más. Ahora todavía es posible realizar una transformación progresiva del vigente Estado de bienestar, mañana será necesario llevar a cabo una terapia de choque.
Por ello es preciso construir un nuevo modelode protección social en Europa, en el que la cobertura estatal se extienda sólo a quienes realmente la necesitan, que no genere desincentivos y que sea económicamente sostenible. Aquí debe aplicarse con todo rigor el principio de subsidiaridad: lo que pueda hacer de forma eficiente la iniciativa privada no debe hacerlo el Estado. Para solventar la crisis del Estado de bienestar debemos aplicar a la producción de la salud, de las pensiones, etcétera los mismos principios que aplicamos a otros bienes y servicios. Dentro de este marco puede haber excepciones, pero el principio de mercado ha de ser la regla.
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