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Fusilados dos campesinos que violaron y asesinaron a una niña guatemalteca

Esta vez la ley se cumplió. A las seis de la mañana de ayer, hora local, Pedro Castillo y Roberto Girón, campesinos guatemaltecos, culpables de secuestrar, violar y asesinar a una niña de cuatro años, cayeron bajo las balas de un pelotón de fusilamiento formado por 20 guardias del penal Granja Canadá, en la sureña población de Escuintla. Ningún recurso les rescató del paredón como había sucedido ya en dos ocasiones.

En el amanecer del viernes, Girón, de 49 años, y Castillo, de 39, esperaban el traslado al patio de ejecución en la celda sin ventanas que han ocupado en los últimos tres años. Algunos rezos silenciosos, algún sollozo, la mirada perdida. Igual que el martes. Entonces tres magistrados se presentaron en el penal blandiendo un fallo en la notificación de la sentencia y el fusilamiento se suspendió 90 minutos antes de la hora prevista. Igual que el 23 de julio. Dos recursos presentados por unos abogados les arrancaron de la muerte dos días antes."Les están matando a pausas, están jugando con su vida", protestaba Delia Castillo, hermana de Pedro. "Les están matando a pausas, están jugando con nuestra vida", protestaba Alejandra García, madre de la pequeña Sonia, que hubiera cumplido siete años si "esos dos" no se hubieran cruzado en su camino aquel 18 de abril de 1993 en una hacienda de Guanagazapa. Alejandra quería ver los muertos, pero quería también que los atormentaran antes, para que sufrieran como su hija cuando la violaron y la degollaron.

En cierta manera, el tira y afloja jurídico que se desató en estos dos meses, tras la negativa del presidente de Guatemala, Álvaro Arzú, a concederles el indulto, constituyó una tortura para los reos. Las peticiones de clemencia cayeron en saco roto, en medio del consenso de los partidos políticos y de una sociedad que apoyaba, en un 80% según las encuestas, la ejecución.

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