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La conjunción adversativa

La exposición habitual de la que se considera recta doctrina en torno a los presuntos autores de los crímenes cometidos por lo que llamaremos los GAL tiene una gloriosa rotundidad reforzada por la utilización de los adjetivos "constitucional" y "dernocrática". Que la justicia haga su trabajo hasta el final, caiga quien debiere caer, lo que es exigencia de la esencia democrática de la que nos nutrimos, según se expresa en la Constitución.Sin embargo, esa rotundidad queda gramaticalmente ensombrecida por el "pero" de que es acompañada, el cual va seguido, según los casos, de distintas expresiones de oposición o contrariedad a la afirmación inicial, que pierde así, gramaticalmente, repito, su pretendido carácter tajante, su rotundidad. Los más discretos rellenan la expresión adversativa de una llamada de prudencia a los jueces que están lidiando el asunto, y que parece una prudencia específica de este concreto caso, pues es claro que de otro modo no tendría sentido esta llamada, ya que los jueces siempre deben estar dotados de la virtud cardinal de la prudencia y, en cualquier caso, deben resultar ajenos al vicio de la imprudencia.

De ahí en adelante, el tono de la contrariedad adversativa sube, y hay quien afirma, en tal sentido, que estos jueces actúan movidos por resentimiento u otros móviles espúreos, como la connivencia con el hermano de uno de ellos, que tiene otros intereses judiciales, o la concertación de una conspiración o conjura para-mafiósa contra el Estado; y otros llegan a decir que estas actuaciones, nobles y democráticas como se ha empezado afirmando, son un favor que se hace a ETA, o se insertan en la estrategia terrorista, o en una tarea de desprestigio del PSOE, o de las fuerzas de seguridad del Estado, o de la Guardia Civil; y puede que se me olvide algo.

En algunos casos las contrariedades toman tal relieve que se produce una transposición gramatical, de forma que constituyen la afirmación principal y, en principio, nítida, dejando a la afirmación de que la justicia debe seguir su curso inexorable, la función gramaticalmente subordinada que refleja su ubicación detrás de la conjunción adversativa: estas conductas judiciales son sospechosas "pero" que la justicia siga su curso. De modo que en este desconcierto de voces, pocos son los que tienen posiciones nítidas: quizá sólo el señor Damborenea y pocos más, aunque de opinión contraria.

A mí me parece que en casi todas estas expresiones hay bastante hipocresía, de lo que resulta ambigüedad de doctrina y confusión mental. Porque casi todos esos argumentos en forma de contrariedades no son sino defensas implícitas o indirectas de una cierta razón de Estado, que también cubre con teorías de pragmatismo y otras acomodaciones usos que hacen más dúctil la aplicación de la Ley por el poder. Y creo que son muchos los partidiarios de la razón de Estado, pero constituyen una facción acomplejada: la suya es una razón de Estado vergonzante, y escandalizada, cuando, los hechos se describen en su crudeza (por más que se trate de escándalo farisaico, según define la moral tradicional). Maquiavelo y el maquiavelismo declarado pueden estar llenos de dignidad, pero el tartufismo es siempre indigno. Es desagradable contemplar a quienes hacen proclama de pureza y confían en la suciedad. Este ambiente de exaltación de la legalidad rodeada de "peros" por todas partes resulta agobiante y desorientador. Al fin, el mejor servicio de los maquiavelistas a sus intereses será el de callarse, porque la hipocresía en la conducta pública no se defiende bien con argumentos hipócritas.

El problema que tenemos, presente y futuro, es el de la organización del Estado para la lucha antiterrorista (con todas sus implicaciones personales), en el respete a la ley. Ese es nuestro problema, según resulta de todos estos avatares. Las proclamas doctrinales rodeadas de adversativas sirven poco a estos efectos. Yo creo que de lo sucedido hay que sacar lecciones, no ventajas o desventajas de facción política. Y la gente empeñada en demostrarnos su pureza doctrinal, pero sin ocultamos sus filias, fobias, comprensión, prudencia, y hasta bajos instintos. La ilegalidad es de cuenta del que la perpetra, por desinteresada que haya sido su decisión y la razón de ilegalidad no puede admitirse en esiu sociedad sin que quiebren las bases de la convivencia. Lo ilegal no puede ser legal al mismo tiempo y con reconocimiento público por las acciones delictivas. Eso es lo que hace ETA y nosotros no podemos hacer.

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