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Degeneraciones

Solía recordar Vicente Zabala aquella fulgurante respuesta de Juan Belmonte, a propósito de un varilarguero que terminó de alcalde de El Escorial algo después de la guerra. El diestro, que llevaba años retirado de los ruedos, acababa de torear de corto en la plaza del Real Sitio un festival benéfico. En el Hotel Victoria antes de la cena le rodeaban algunos de sus incondicionales dispuestos a la amable tertulia. Entonces, una señora le preguntó:- Maestro, ¿cómo ha llegado a ser alcalde de aquí uno de los antiguos picadores de su cuadrilla?

- Pues, ya ve usted, señora, de... de... de ... generando, señaló Belmonte con su tartamudez característica.

Y es que sólo la degeneración en el sentido belmontiano explica determinadas promociones, tanto en la esfera del servicio público, como en la de los mercados, que por cierto acaban de ser interferidos y desnaturalizados, una vez más, por los fanáticos del intervencionismo valiéndose de las vacas locas británicas, un caso ejemplar que muestra cómo puede llegarse, cediendo a la demagogia populista, hasta el sacrificio indebido de millones de bóvidos sanos e inocentes, sin reparación posible para la cabaña de Su Graciosa Majestad.

Pero el momento político español requiere, sin embargo, analizar las áreas de consenso antes de identificar las degeneraciones promocionales que se adivinan. Aceptemos que Felipe González, presidente en funciones, aseguró unos días después de las elecciones cómo pese a lo asegurado por ciertas campañas periodísticas y políticas, jamás Jordi Pujol le había planteado extorsión alguna, ni tampoco exigencias que transgredierari el marco constitucional. Del mismo modo, José María Aznar -al concluir su primera entrevista postelectoral con el President en casa de Manuel Pizarro, vecino también de La Moraleja- coincidió en caracterizar a Jordi Pujol como un hombre de Estado de cuerpo entero. En estas coincidencias sólo se interponen esas nubes mencionadas por Darío Valcárcel en su cuidado Informe semanal de política exterior, donde señala que en el entorno de Pujol y Arzalluz se lamenta la labor de un reducido círculo de periodistas y agitadores que se presentan a sí mismos como protectores de Aznar y que son, en algunos casos, profesionales de la extorsión instalados en la frontera penal, sin que a lo largo de la campaña el equipo de información de Aznar haya sabido deshacer el equívoco.Así las cosas, mientras los expertos en criptografía ponen nombre a esta denuncia y los negociadores autorizados acaban de precisar la letra correspondiente a la partitura musical del pacto PP-CiU-PNV-CC, los del tendido del siete, los eternos descontentos, los que vienen de casa con el pañolón verde dispuestos a exigir que devuelvan al corral por cojo cualquier toro que tenga distinción propia en sus andares, quieren saber más sobre algunos encastes. Así, por ejemplo, en lugar de interesarse por los tramos del IRPF y otros detalles de la financiación autonómica, los del siete preguntan cuándo los coligados tomarán distancia del vocal que propusieron para el Consejo General del Poder Judicial, el impávido Luis Pascual de Estevill. También se han apresurado a leer el libro J. R. El tiburón que acaban de publicar Manel Pérez y Javier Horcajo sobre Javier de la Rosa, un verdadero mecenas en cuanto se refiere a la financiación de los partidos, cuyas artes financieras y marciales inducen a la más atenta y precavida reflexión. En todo caso, parece cumplirse, como Ciorán confesaba a Fernando Savater en el libro de Conversaciones editado por Anagrama, que escribir, por poco que sea, ayuda a pasar los años, pues las obsesiones expresadas quedan debilitadas y superadas a medias. Convengamos con el filósofo desaparecido que 1a expresión es una liberación" y aceptemos el ejercicio que nos propone cuando odiemos a alguien y sintamos ganas de liquidarle: "Cojan un trozo de papel y escriban que Fulano es un puerco, un bandido, un crápula, un monstruo". Y Ciorán añade: "Enseguida advertirán que ya le odian menos".

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