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El héroe de Gernika

Alemania ha despedido con altos hérores al general Adolf Galland, recientemente fallecido a los 83 años de edad. Fue jefe de la Luftwaffe, Hitler lo condecoró con la Cruz de Hierro y, como as de la Legión Cóndor, participó en la guerra civil española. Se ha dicho estos días que. participó en el bombardeo que destruyó Gernika el 26 de abril de 1937, cuando la Legión- Cóndor dejó caer bombas explosivas pesadas y ametralló a los civiles que huían de la ciudad, a la que después prendió fuego con bombas incendiarias. Parece que no es así, que el as se estrenó de verdad en Brunete, en julio de 1937, lo que le valió un importante ascenso en su carrera. Pero eso no cambia demasiado las cosas, el fondo de la cuestión, porque en Brunete la Legión Cóndor perpetró otra carnicería: "Centenares de hombres valientes ( ... )", ha escrito Gabriel Jackson, "murieron corriendo bajo el fuego de las ametralladoras de los Heinkels y Messerschmidts".La muy democrática República Federal no ha tenido inconveniente en rendir homenaje a este alto oficial que un día ' se dedicó a matar españoles como si fueran conejos. Una fotografía de agencia mostraba un excelente paisaje de severos militares y clérigos en plena rendición de fúnebres pleitesías. Claro que el alto oficial estaba también en posesión de la condecoración nazi por excelencia, la Cruz de Hierro, lo que, al parecer, no es ningún baldón. Deben de ser las esencias prusianas, que aquí en el Sur entendemos mal.

La memoria histórica, ya se ve, es selectiva. Aunque con unos más que con otros, desde luego. Ahora parece que a los brigadistas que vinieron a defender el Gobierno legítimo, los pocos que quedan, les van a dar no sé cuántos reconocimientos. Por supuesto, no recibirán altos honores militares cuando mueran. Como no los recibió David, el comunista inglés que vino a luchar a España y cuya estancia aquí, una estancia que lo acompañó siempre en el alma, como lo acompañaba un puñado de tierra española, contó Ken Loach en su magistral Tierra y libertad, esa película a la que el jurado de los Goya no ha considerado suficientemente española para tener derecho a alguna estatuilla. Cualquiera sabe lo que habrá que considerar español. Herido de muerte, el viejo brigadista apenas si escuchó el inútil clamor de la sirena de su ambulancia corriendo hacia el hospital. Sus restos mortales sólo contaron con el modesto fervor de un reducido grupo de familiares, amigos y militares de la misma causa.

El general Galland ha muerto rodeado del respeto general, y luego ha tenido un funeral de lujo, propio de un grande de este mundo. ¿Quién se acuerda ya de lo que pasó en Gernika? Nadie, o casi nadie

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hace ya mucho, mucho tiempo de aquello, si no fuera porque un aguafiesta, un tal Pablo Picasso, se empeñó en hacer un cuadro qué se llama como la ciudad y que la gente ve y admira, es una lata, pero todo se- andará y llegará un día, con un poco de suerte, en que el cuadro será interpretado, si es que no lo ha sido ya, como una alegoría compleja, algo como muy metafísico, los misterios del ser los enigmas del mundo y todo eso.

Hay gente con suerte en este Mundo. Hace no demasiado murió Richard Nixon, y también tuvo unos funerales de primera: América es América, dijeron nuestros exegetas americanistas, y un presidente es un presidente, ¿cómo olvidar eso? No, claro, no se puede olvidar. Lo que sí hay que olvidar (y a otra cosa, muchachos, como ordenó, sarcástico, el poeta) es que entre 1969 y 1972 este presidente ordenó planchar la selva vietnamita, que destruyó, y fue el responsable moral del asesinato de miles de campesinos, que fueron cazados, masacrados, exterminados, por las bombas de los B-51 y las acuciosas llamas del napalm. Las hermosas notas del himno americano sonaron para este estadista amante de las bombas, que a los 50 años de Hiroshima declaró en la revista Time que la bomba de hidrógeno había sido beneficiosa para la humanidad.

Sí, hay gente con suerte. Como el señor Kurt Waldheim .Cuyo probable y activo pasado nazi no le impidió ser secretario de las Naciones Unidas y presidente de la República de Austria. Cuando muera -deseémosle larga vida: a él y a todo el mundo-, seguro que también tiene funerales de primera. Yo creo que el amplio género de las películas sobre nazis debería enriquecerse con obras sobre estos personajes,- porque mucho me temo que el doloroso happy end que define al género-después de la catástrofe advino la libertad- encierra una evidente falsificación de la verdad histórica si no se atiende a figuras como algunas de las que aquí se han descrito. En cuanto a Richard Nixon, ya veremos quién le hace de verdad justicia en la difícil memoria universal. El Tribunal Russell -a lo expuesto me remito- debería seguir funcionando.

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