Señales

En muchos lugares de nuestro planeta hay radiotelescopios con antenas extremadamente sensibles, enormes sartenes enfocadas hacia el centro del universo cuya misión consiste en detectar alguna señal inteligente que provenga de otra galaxia. Estos apara tos no están todavía preparados para percibir el balbuceo de una ameba a miles de millones de años luz, ni el chasquido entre dos cromosomas que pueda pro ducirse en el rabo de la Vía Láctea. Hay un número indescifrable de galaxias. En el universo tal vez existen infinitos parajes con un clima semejante al de la Tierra, apto para que los minerales se pongan de acuerdo en engendrar tipos tan variados como Hitler o san Juan de la Cruz, además de rosas y tarántulas. Los astrónomos esperan que un día baje de las esferas más remotas la señal de una ecuación algebraica o la pulsión de un verso parecido a cualquiera de Baudelaire para saber que existen extraterrestres dignos de consideración. Pero es tos científicos se levantan cada mañana, revisan la sartén y como prueban que en ella no hay ningún mensaje grabado si no es el silencio de los arcángeles. Tal vez en algún planeta de una estrella que ha caído en el agujero negro ya se ha producido la historia, desde el, protozoo al coronel de las SS que maneja el látigo en Auschwitz pasando por innumerables Partenones, Capillas Sixtinas, Napoleones, Estalingrados. Puede que en algunas ciudades que navegan en helio haya malas calles donde los ángeles en lugar de tocar la flauta manejan el cuchillo. ¿Por qué los astrónomos sólo buscan fórmulas matemáticas en las estrellas y no esperan detectar en ellas la vieja voz de Dios? Algún día no lejano estos científicos descubrirán dos jeroglíficos grabados en la sartén. Una vez descifrados, en uno leerán una receta de cocina, una es pecie de gachas que se cocinan en un punto de la galaxia Andrómeda, y en otro, cuyos caracteres serán iguales al arameo, aparece rá la amenaza que vieron escrita en la pared los comensales del festín de Baltasar, Mane, Tecel, Fares.