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LA LLEGADA DE 1996

La macrofiesta de la Ifema acabocó on el saqueo del ropero por algunos de los asistentes

Los ladrones dieron el campanazo. La fiesta de Nochevieja celebrada en los recintos de la Ifema, en el parque Juan Carlos I, acabó con el saqueo del ropero, donde se guardaban cerca de 10.000 prendas. A las ocho de la mañana, hora en que concluía el festejo, la gente -impaciente por recoger los abrigos y montar en los autobuses previstos para el regreso a casa- derrumbó la entrada del ropero. La multitud, desesperada por la posibilidad de perder él autobús, se abalanzó sobre los abrigos porque los empleados no daban abasto para entregarlos. Los organizadores no pudieron controlar al público.

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"Todo era un caos", recordaba ayer uno de los encargados del guardarropa. La gente rebuscaba entre un mar de abrigos después de que la avalancha derribara las mamparas que protegían las barras donde se ordenaban las perchas, cada una con su número correspondiente. Se sucedían empujones y gritos. En el desorden, muchos no encontraban sus pertenencias. Algunos se resistían a quedarse sin ellas y se desataron peleas, mientras los aprovechados comenzaban la oleada de robos. Bolsos, abrigos, gabardinas, paraguas y perchas volaron por los aires hasta que cinco dotaciones de antidisturbios -unos 40 policías en total- frenaron los desmanes a re querimiento de los organizadores. Los agentes, en un primer momento, llegaron a cargar contra algunas personas, según reconocieron fuentes policiales.Ayer por la tarde, al menos un centenar de personas acudieron a la comisaría de Chamartín -en un continuo goteo- para presentar denuncias contra los organizadores de la macrofiesta. Muchas habían perdido el abrigó o el bolso, y también las llaves del coche y toda la documentación. Pero, al menos, habían conservado el resguardo del ropero para sostener su denuncia.

El sarao del recinto ferial estaba organizado por los promotores José Pimentel y Ramiro Cáceres García, a quienes la policía buscaba ayer para que prestasen declaración sobre lo sucedido.

La fiesta era una de las siete celebraciones autorizadas por la Comunidad de Madrid para la primera madrugada de 1996. Los asistentes pagaron 6.000 pesetas por la entrada. La policía sospecha que el recinto superó el aforo permitido. "Tenían permiso para 9.000, pero había más". Según uno de los vigilantes jurados de la organización, se llegaron a vender entradas con el número 11.000. Todos aquellos que utilizaron el ropero abonaron 200 pesetas. A cambio, recibían una tarjeta con un número.

Según los asistentes, la fiesta ya comenzó con problemas. "El cotillón prometido [una bolsa con objetos de fiesta] no se nos dio, y para pedir una copa había que esperar media hora", explicó Andrés. Además, las mujeres tenían que, aguardar hasta una hora en cola para acudir al aseo. "Yo he estado 40 minutos esperando", decía ayer Marina, una veinteañera de pelo engominado.

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Pero sólo fue al final cuándo se desencadenaron los incidentes. La música dejó de sonar a las ocho de la mañana. La gran mayoría de los asistentes había apurado hasta el último baile. El público se agolpó en el ropero para retirar los abrigos. Muchos tenían prisa por tomar a las 8.30 los autobuses dispuestos por la organización para trasladarles a la plaza de Castilla y la Puerta del Sol. "El servicio de orden fue incapaz de aguantar a la masa que entró a saco", explicó ayer uno de los vigilantes jurados.

Juan Díaz, de 20 años, uno de los denunciantes, relató por su parte: "La gente s e volvió loca. Se pegaban unos y otros". Juan habló con este periódico en la comisaría de Chamartín tras esperar dos horas para presentar la denuncia. "Lo más lamentable es que nadie se hacia responsable de lo que ocurría", se quejaba. Otros, como José Andrés, de 20 años, se enredaron en una pelea al creer que otra persona les había arrebatado la americana. Pero no era verdad, sólo se trataba de una confusión. "La gente estaba histérica y muy nerviosa", cuenta Gabino Rodríguez. "A mi novia", prosigue, "le quitaron el abrigo y ninguno de los vigilantes nos ofrecía ayuda. Todos se lavaban las manos".

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