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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Hace diez horas

Me remito a usted simplemente porque mi historia surgió para este diario una mañana de de domingo hace exactamente 10 horas. Decidí seguir su iniciativa y me uní al reto que proponían Alfaguara, FNAC y ustedes. En una carrera contrarreloj perfilé mi relato después de hablar con la tienda (de las bases me informaron telefónicamente).A las ocho en punto aterrizaba dentro de la citada tienda. Pero el establecimiento decidió no dejarme pasar más allá de las dos barreras: de seguridad instaladas a escasos metros de la puerta, cómo he dicho, dentro, ni la insistencia en que me estaban haciendo perder, ese angustioso minuto que me alejaba de la posibilidad de participar, ni cuando lo reconocí perdido y sirvió absolutamente para nada, me sacaron a empujones de la tienda cultural FNAC. Lo que sentí después es solamente mío. Fuera, en la calle, se había agolpado una multitud que sí llegaba tarde; no se si admitieron sus relatos. Me fui, sobre todo, humillada.

Quizá ésta no sea la sección a la que destinar mi carta, pero no voy a quedarme cruzada de brazos, me niego a que dos vigilantes jurados me quiten la ilusión de ser leída. Mi hstoria nació para ustedes, en ella he invertido mi tiempo y a su periódico la destino. Disfrútenla:

Sucedió una noche en Madrid

Emeterio se ahogó en la madrugada de un jueves de noviembre. Tres horas antes de su muerte, su cuerpo jadeante se fundía con el mío; Tres horas antes gemía junto a mí, me abrazaba, me besaba, me amaba. Me llamaba Mauricia.

Llegó a Madrid cuando la noche sorprendía a las sombras del atardecer, una semana después de aquel fatídico lunes en el que Emeterio y ella decidieron enterrar su vida.

Marchó de Yeste con la misma convicción con la que resolvió instalarse allí, ocho años antes, sin saber que en un pueblo de La Mancha un maestro provinciano firmaría su sentencia vital, la de imaginarse por un momento compartiendo otra vida, un destino estable, fijo, inmóvil.

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Llegó a Madrid para desembocar en su pasado porque, de algún modo, fue la sede dé su existencia ambulante, para instalarse de nuevo en alguna esquina angosta de una calle tortuosa. Pero el frío de este otoño seco conquistó su cuerpo, macerado en el recuerdo, de él, de Emeterio. Caminó errante por el centro neurálgico de mi ciudad, por el escenario de los sucesos de su historia, y se halló una vez más en este Madrid antiguo, recorriendo las calles; Preciados, Montera, Alcalá, para volver otra vez a Gran Vía, Montera, Preciados. La Lupe no era la misma. La encontré delirante frente a la barra de un bar en la calle del Desengaño. Aquella mujer que un día se reveló contra su presente delataba por su mira da haber sido feliz. En su sonrisa reconocí la amarga dulzura que sella la aparente fortaleza de las putas viejas, de las sabias prostitutas. Me abrazó con la ternura con la que se abraza a un amigo, con ese cariño reservado con que la Lupe celebra amistades honestas. "He vuelto para quedarme", eso me dijo con la firmeza del que dicta sentencia.

La Lupe se dedicó a sí misma su primera noche madrileña, deambuló por las calles confundida entre la gente. Recorrió de nuevo las vísceras de esta ciudad, ahora extraña, rememorando a Emeterio en su paseo noctámbulo; el de él, el de ella.

Descendió hasta Bailén para finalizar allí su trayecto, sobre un puente fantasmal, a veinticinco metros de vértigo Mauricia arrojó su sueño. Un grito ronco y profundo ahogó el sonido de la noche madrileña.

Cuentan que en los tiempos que corren, y para estómagos indigestos de tanto ocio fatalmente producido, existen en esta ciudad pequeños santuarios donde cultivar, quizá para deshonra de cívicas modas, el alma. Acogedores rincones, secretos escondites a los que huir de vez en cuando en busca de la belleza. Dicen de ellos que tienen la facultad de transportar a su público a otros mundos y espacios. Juegan con la ilusión de inventar la realidad.

Refieren las últimas crónicas que la Lupe regenta un local próximo al Manzanares. Ofrece café caliente. Sucedió una noche en Madrid.-

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