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GENTE

CATEDRAL IMPOLUTA

Parece una anécdota sacada de la popular novela La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro -cuya 42º edición está ya en la calle-, si cambiamos al padre por el abuelo. El guardia urbano nada quiso saber de la edad de la niña, dos años y medio, y se aferró al reglamento para expedir la multa: 250.000 liras (unas 20.000 pesetas) por haber dado de comer a los pichones de la plaza del Duomo de Milán. El padre de la pequeña, Valerio Brigida, no podía creerse lo que le estaba diciendo aquel representante de la autoridad urbana: "Tiene usted que pagar una multa por alimentar a los pichones, actividad prohibida". A Valerio, de 30 años, se le petrificó la primera sonrisa y, enfurecido, pidió al agente que le leyera el artículo del reglamento municipal violado por su pequeña. Resultado fatal. Tiene la multa en su bolsillo. "Es una historia ridícula. No pienso pagar. Es absurdo multar a una niña por estar jugando con su padre y se divierte dando de comer a las palomas", dijo. El reglamento se remonta a hace algunos años, pero el gobierno municipal de la Liga (federalistas radicales) ha decidido aplicarlo ahora con todas sus consecuencias. La idea es que la plaza del Duomo (catedral) milanesa, con tanta aguja gótica y tanto vaivén financiero, se convierta en la tarjeta de visita de la ciudad, por lo que los turistas se cuidarán muy mucho de comer en las escaleras de acceso a la basílica, los pintores callejeros se limitarán a los espacios previstos y los niños dejarán de alimentar con maíz a las ávidas palomas.-

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