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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Amurallados

En el artículo La señal de la cruz (27 de agosto), de Vargas Llosa, se citan los trabajos de Paul Johnson para argumentar las prácticas democráticas de algún periodo de la Iglesia. Permítanseme unos comentarios al respecto que ensanchen un poco la información histórico-religiosa: que la invención de la democracia es muy anterior al nacimiento de la Iglesia, supongo que es conocimiento de todos; la primera. práctica fue en las colonias griegas de Asia Menor un siglo antes que en la propia Grecia; después, en la Roma precristiana, la democracia era ya representativa de las diferentes clases, pero a medida que el Imperio Romano acentuaba su orientación absolutista la Iglesia organizó en Egipto el Didascalio, o estatuto interno de las comunidades, por el que el obispo era elegido por los fieles. Esto sucedía ya en el siglo III, antes de ser la Iglesia reconocida o en plena persecución. Un siglo más tarde el Edicto de Milán (313) le concede tal reconocimiento, conviviendo el cristianismo con el paganismo. Pero a partir del 380, y elevado el cristianismo a religión del Imperio, la Iglesia les negó a los gentiles la tolerancia que ella había logrado desde el 313. Los templos paganos sufren saqueos y sus cultos son prescritos a partir del 392. Ser pagano en el 529 acarreaba la pena de muerte. La Iglesia, unido al poder temporal, asume todas sus flaquezas y empiezan a verse eclesiastas que se fugaban con la caja de caudales o, si su poder no estaba en cuestión, rodeados de riquezas, pasiones y privilegios. Ni qué decir tiene. que desde entonces las prácticas democráticas, fuente de orden político y subsecuentemente legal, fueron suprimidas en la Iglesia.

Decía en el siglo II Luciano, el último racionalista de la época, en sus Diálogos de los muertos: "¡Nada tienen en común Atenas y Jerusalén!". Esta exclamación no impidió la expansión del entonces heroico cristianismo. Pero en nuestro tiempo la racionalidad va ganando al hombre secularizado y, aunque "el infierno no prevalecerá contra las puertas de la Iglesia", parece previsible que los viejos muros de ésta encierran ya el mismo problema que el de otras murallas recientes venidas abajo: o escuchan los amurallados el clamor de la sociedad secularizada o escuchamos todos a los amurallados el clamor de su colapso.

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