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GUERRA EN LOS BALCANES

El horror persigue en Croacia a 110.000 serbios

Juan Carlos Sanz

ENVIADO ESPECIAL "Out!, auto out!". El policía croata no quería ayer testigos incómodos en el puente que se alza sobre la autopista Zagreb-Belgrado, a las afueras de Popovaca, a unos 65 kilómetros al este de la capital croata. Era una trágica tractorada. Centenares de remolques renqueaban cargados de niños tras los minúsculos vehículos de los campesinos serbios de Krajina. El olfato del portavoz en Ginebra del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) llegaba hasta la caravana de vencidos y humillados en el arcén. "Todo huele a limpieza étnica", insinuaba el funcionario de la ONU. Son 110.000 personas vagando. Otras 40.000 han llegado ya a territorio serbio.

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Los mismos ancianos, mujeres y niños croatas que saludaban extasiados a los soldados de un convoy acababan de insultar con saña a los últimos derrotados serbios que avanzaban entre los graneados maizales que bordean la carretera de Sisak.Por el puesto de control de Popovaca sólo era posible circular en dirección a Zagreb, a través de tina vía secundaria. Las autoridades croatas han cerrado al tráfico la autopista y, con el pretexto de organizar el éxodo, impiden acceder hasta los refugiados.

Los remolques abandonados, los tractores con las ruedas reventadas jalonan la carretera de Sisak a Popovaca que lleva al nudo de la autopista. Un agente egipcio de la ONU escoltaba con un todoterreno blanco a un pequeño grupo de rezagados. Mientras, los policías civiles croatas cortaban el paso en las encrucijadas. Hasta ese lugar llegaba el eco de los disparos de armas automáticas. Y es sabido que los soldados victoriosos no ahorran munición a la hora de las celebraciones.

Los agentes de la ONU ya informaron el jueves que los policías croatas se habían abstenido de intervenir cuando varios refugiados serbios de la Krajina fueron apaleados. Los observadores aseguran que siguen sin tener noticias del paradero de 17 de las víctimas, incluidas cuatro mujeres, ya que cuando consiguieron llegar al edificio de Virginmost (al sur de Zagreb) en el que habían sido recluidos sólo hallaron el cadáver de un hombre sin identificar, que presentaba un orificio de bala en la cabeza.

Una portavoz de las Naciones Unidas en Zagreb aseguró ayer que un prisionero serbio capturado por la policía croata en el sur de la Krajina fue encontrado muerto de un tiro en la nuca y varios disparos en la espalda. En la relación de las supuestas ejecuciones extrajudiciales, el incidente más grave del que la ONU ha dado cuenta se registró el pasado martes en Dvor, en la frontera croato- bosnia, donde la misma policía local reconoce que personas fueron abatidas.

Ira campesina

Los serbios que aún siguen atravesando Croacia sufren la ira de los campesinos como ellos, que aún recuerdan los bombardeos del antiguo Ejército Nacional Yugoslavo (de mayoría serbia) que sufrieron en 1991. Uno de cada 10 de los 3.000 refugiados que viajaban jueves en una caravana de 750 vehículos, presentaba a su llegada a Banja Luka, en suelo serbo-bosnio, heridas en la cabeza, en los brazos y en la parte superior del cuerpo, según el ACNUR. Los recién llegados relataban haber sufrido ataques con pedradas y palos por parte de una masa enfurecida compuesta esencialmente por mujeres y niños.El éxodo de las caravanas de tractores parece tocar a su fin. El coronel danés de los cascos azules, que vigila el desplazamiento masivo en la zona de Sunja, unos 20 kilómetros al sureste de Sisak, informaba ayer con resignación: "Ya se han ido todos los refugiados de este sector, hemos intentado ayudarles en lo que hemos podido". A uno de los hombres del coronel lo destrozó el disparo de un carro de combate croata el pasado día 4, cuando estalló la Operación Tormenta.

El torrente de pólvora ha arrastrado en una semana a decenas de miles de serbios al exilio por el sendero de la humillación. Pero al vengarse de sus verdugos de hace cuatro años, los croatas que insultan, amenazan, apedrean a los huidos y reavivan la hoguera del odio que abrasa desde hace siglos los Balcanes.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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