_
_
_
_
_

Una torre con vocación de exceso

La Torre de Madrid nació con vocación de exceso. Los hermanos Otamendi -Julián, arquitecto, y José María, ingeniero- quisieron provocar admiración con su construcción. Y lo consiguieron: 124 metros de altura, lo que le hizo ostentar el letrero de edificio más alto del mundo de estructura de hormigón; 1.500 ventanas; 12 ascensores...El inmueble incluye un cine que después de permanecer cerrado durante años pasó a ser una tienda de discos y después una discoteca. También tiene numerosos locales y dos cafeterías, una en la planta 32ª -la antigua Casa Regional de Cantabria- y otra en la 14ª. Metrovacesa optó por cerrar ambas.

La gente de fuera de Madrid llegaba de excursión a la ciudad para admirar las obras. Fue la atalaya de Madrid, pero no tardó en ser desbancada por las generaciones de edificios de acero levantados en Azca y en la Castellana. A las vistas desde sus terrazas, sin embargo, raramente pueden salirle competidores.

Más información
La atalaya despierta de su letargo
Un chalé a 124 metros de altura

El edificio corrió el riesgo de desbancar al viaducto como lugar preferido de los madrileños para suicidarse. Al menos cuatro personas se tiraron desde las terrazas de la torre.

Únicamente cinco vecinos la habitan. Son sus incondicionales. Con ellos no pudo el abandono del edificio, las averías y el progresivo deterioro de la plaza de España y aledaños.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_