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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los objetivos del Banco de España

EL GOBERNADOR del Banco de España acaba de dar a conocer ante la Comisión de Economía del Congreso los objetivos y las líneas generales por las que discurrirá la instrumentación de la política monetaria en 1995. Se trata del primer acto derivado de la Ley de Autonomía del Banco de España. Dicha ley concede al banco central la capacidad no sólo de ejecutar, como hasta ahora, la política monetaria, sino de definirla, "con la finalidad primordial de lograr la estabilidad de los precios". Un paso que homologa formalmente a nuestro banco central con algunos otros de la Unión Europea que disfrutan de un estatuto similar, y presentan hoy un balance favorable en cuanto al objetivo antiinflacionista y, en todo caso, una notable credibilidad en sus actuaciones.Pero ni la autonomía institucional ni la importancia concedida a ese objetivo garantizan que la economía española vaya a reducir de forma significativa su todavía importante diferencial de inflación frente a los países más estables de Europa. En primer lugar, porque en la determinación de esas tensiones inflacionistas concurren circunstancias que no están directamente bajo el control del Banco de España y vienen determinadas por el particular funcionamiento de algunos de nuestros mercados, por rigideces en el proceso de formación de rentas de los agentes económicos en algunos sectores 0, directamente, por una insuficiente adecuación de la política presupuestaria a esos propósitos de estabilidad.

Además, el ejercicio de esa autonomía formal se encuentra seriamente limitado por un elevado grado de integración financiera internacional que condiciona la eficacia de los instrumentos al alcance de los bancos centrales. La complejidad de los fenómenos financieros, la notable versatilidad de que disponen los agentes económicos para asignar sus posiciones de riqueza financiera, la amplia movilidad internacional del capital y el dinamismo de los procesos de innovación financiera dificultan enormemente el control monetario con los instrumentos convencionales. Consciente de esas limitaciones, el Banco de España ha introducido un cambio significativo en el esquema de conducción de la política monetaria. En primer lugar, se compromete a rodearla de mayor transparencia, fijando sus objetivos en términos de inflación a medio plazo y obligándose a rendir cuentas periódicamente ante el Parlamento sobre su cumplimiento.

En concreto, el objetivo marcado en el horizonte de los próximos tres años es una tasa de inflación inferior al 3%. No puede acusarse de exceso de ambición al Banco de España cuando ya el Gobierno se propone un 3,5% en los Presupuestos Generales del Estado para 1995. Hay razones suficientes, sin embargo, para desconfiar de que se pueda alcanzar este último, e incluso de que no se exceda esa horquilla del 3,5%-41/o que el. propio Banco de España considera compatible con la senda hacia el 3% en tres años.

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Asumido ese objetivo final, el Banco de España pasará a conceder una atención especial a variables distintas a las que hasta ahora han jugado un papel dominante. Ya no será tan importante el control del dinero líquido en circulación y, en cambio ' vigilará más el cambio de la peseta frente al marco alemán. Por otra parte, asume el compromiso de dar a conocer semestralmente su valoración de las tensiones inflacionistas de la economía.

Una situación, en definitiva, que inicia una nueva etapa en la conducción de la política monetaria española y en la que el Banco de España pasará a disponer de un protagonismo en la lucha contra la inflación. Protagonismo que no disculpa al Gobierno de su responsabilidad a la hora de abordar las reformas estructurales -liberalización de los servicios, abaratamiento de la energía y las telecomunicaciones, entre otras- de las que depende primordialmente la estabilidad de ` los precios y la competitividad de nuestra economia.

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