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Amor en la cuerda floja

Dos familias circenses celebraron ayer una espectacular boda

Elsa Fernández-Santos

Esther Luna, de la familia de Los Tonitos, y Ángel Papadopoulo, de la saga de Los Polos, celebraron ayer bajo la carpa del Circo Mundial un particular espectáculo: su boda. Ella, una morena que nació hace 20 años en el Circo Price de Logroño, es equilibrista en el cuadrante aéreo. El, moreno de 24 años, es trapecista. Se conocieron hace un año y ayer celebraron su unión en el mismo sitio donde se vieron por vez primera: el aire. Para la ocasión, los coches fueron sustituidos por elefantes, la iglesia por la carpa del circo, el órgano por una orquesta y el beso final por un romántico salto en el trapecio. La novia, eso sí, iba de blanco.Hace 10 años que no se celebraba en Madrid una boda entre dos familias importantes del mundo del circo, y por eso la de ayer era una ceremonia digna de unos príncipes de la carpa.

"Son dos familias muy grandes y muy importantes, por eso ésta es una boda tan especial" apuntaba uno de los cien invitados a la ceremonia, que había comenzado a las doce de la mañana cuando cuatro elefantes conducidos por el padrino fueron a recoger a la novia desde el circo -emplazado en Las Ventas- a un hotel situado en plena calle de Alcalá. "¿Están inaugurando el hotel?", preguntó una señora que, aunque vio amenazado su carro de la compra por uno de los mastodónticós animales, no se movió de su privilegiado primer sitio. "¡Una boda! Pues será de ricos".

La comitiva -padrino, elefantes, domador y cuidadores- subió la calle de Alcalá sin reparar ni en los coches ni en la huella que dejaban los animales. La novia, que llegó al altar subida en uno de ellos, sólo estaba preocupada por una cosa: el velo y la amenaza de que los pitidos de los coches asustaran a los animales y la lanzaran directa al sucio suelo. La policía también apareció para pedir explicaciones por el atasco formado, pero, rendidos ante la evidencia, sólo pidieron que los restos de los elefantes desaparecieran "inmediatarnente" del asfalto.

"Para nosotros casarse en el circo es como casarse en una catedral", señaló el reverendo Miguel María Mendizábal, que llegó desde Bilbao para oficiar la ceremonia. El altar -dos velitas y un crucifijo de metal- estaba situada en el centró de la pista. "Vengo de una familia del circo y he sido payaso hasta que me metí a cura", explicó el párroco, que durante la ceremonia parafraseó a Gómez de la Serna: "En el circo, como en todas partes, el hombre siempre es diferente al resto y siempre es lo más importante".

La misa y la llegada de la novia estuvieron en todo momento acompañadas por los tambores, y las trompetas de la orquesta del circo. Un pasodoble, el himno nupcial y el aleluya fueron temas recurrentes. En las bodas del circo no hay ni pamelas ni pingüinos, la etiqueta no es requisito indispensable y no importa que los niños -en el circo se tienen muchos hijos- griten y se muevan.

La novia, con su traje de raso blanco adornado con perlas, y el novio, pajarita y camisa blanca con lunares de raso blanco, consagraron su unión de la única forma posible para ellos: lanzándose desde el trapecio hasta la red. El cura incluso pidió aplausos. Luego vino el pasodoble en la- pista, los besos, el ramo para las solteras, el arroz y los gritos de enhorabuena.

Sin embargo, la luna de miel no llegará hasta el 8 de enero, cuando termina la temporada navideña, la más importante para el circo. Ayer, después de la ceremonia, todos comieron juntos. A las 18.00 hubo función. La tarta y el champaña quedaron emplazados para después del trabajo. .

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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