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Reportaje:

Tiempo de cambios

La Dirección General de Regiones Devastadas tuvo mucho trabajo que hacer en Quijorna, a seis kilómetros de Brunete, escenario de una de las batallas más dramáticas de la última guerra civil. Del pueblo no quedaron en pie más que los sólidos y sufridos muros de la iglesia de San Juan Evangelista, recia manufactura labrada por los anónimos y magistrales canteros que levantaron, piedra a piedra, la ciclópea mole de El Escorial. De los hornos de Quijorna salía la cal utilizada en las obras del monasterio, hornos que dieron vida y nombre al pueblo, cuya etimología más aceptada es la de 500 hornos, aunque otras voces aventuren que también podría venir de hornos de quijo, mineral de cuarzo que contiene oro o plata según el diccionario.Ni el oro ni la plata se dejaron ver hasta ahora por Quijorna, después de siglos de cal y de relativa bonanza agrícola y ganadera, un breve interludio de pólvora y plomo bastó para arrasar la villa hasta sus raíces. Los arquitectos de Regiones Devastadas no se distinguían precisamente por su imaginación, ni por su conocimiento de la historia, la tradición o la geografía, con rigidez castrense estos reconstructores impusieron un monolítico diseño a cuantos pueblos cayeron, en sus manos, con un estilo a medio camino entre el pueblo blanco andaluz y la casa cuartel de la Guardia Civil. La iglesia, de San Juan Bautista, que data de finales del siglo XV, reconstruida recientemente con mayor tino y mejor gusto, sigue dominando orgullosamente un conjunto de casas bajas escalonadas en un pequeño valle.

Parece probable que el pueblo de Quijoma naciera alrededor de un monasterio jerónimo desaparecido, sobre cuyas ruinas se elevaría la iglesia actual, edificada sobre planos de Juan de Herrera. Las primeras menciones históricas corresponden también a la época de Felipe IL En uno de los primeros documentos se dice que los antiguos pobladores eran muy belicosos y muy dados a pleitear y recabar derechos. Las quijorneras y quijorneros, descendientes de aquellos litigantes de antaño, han calmado sus ánimos, al menos en estos días de fiesta, fiesta mayor en honor de la Virgen del Pilar, fiesta que en otro tiempo coincidió con el final de las cosechas. En Quijorna se sigue cultivando cereal, pero hoy la principal exportación del pueblo es la fuerza de trabajo de sus habitantes, que se diseminan en obras, fábricas, talleres u oficinas en las cercanas zonas industriales o en la misma capital.

Quizá la principal riqueza de Quijorna haya sido y sea la caza, riqueza de unos pocos, riqueza de la que hasta hoy apenas ha podido gozar la mayoría de los vecinos de un pueblo que cuenta, más o menos, con setecientos habitantes. Las perdices y los faisanes de los campos de Quijorna fueron siempre privilegio de casta, manejo de caciques y deporte de poderosos. El ex ministro franquista de Comercio Manuel Arburúa fue uno de los últimos y principales arrendatarios de este coto privilegiado que sólo dejaba para los quijorneros de a pie la caza del conejo. El coto alentaba un furtivismo muchas veces imprescindible para la supervivencia y siempre duramente reprimido por implacables guardas jurados. En su tesis de 1978 sobre Quijorna, la antropóloga Ascensión Barañano apuntaba sobre este tema: "Su única función es la de vigilar, sospechar, recelar y enfrentarse con los vecinos. Este tipo de trabajo ha supuesto siempre un nivel de cierto rechazo, aunque no manifiesto, hacia los guardas jurados".

Las cosas han ido cambiando con los años, quizá el principal impulso hacia el cambio se inició hace muy poco tiempo, cuando, tras una moción de censura, socialistas e independientes sustituyeron en el Ayuntamiento a una corporación aferrada a los viejos usos predemocráticos. Juan José Cerrato, actual alcalde de Quijorna (independiente), comparte con muchos de sus vecinos un continuo ir y venir entre el pueblo y la capital, entre sus funciones edilicias y su trabajo en la televisión autonómica madrileña. Juan José, de origen extremeño, vino a Quijorna en busca de tranquilidad, una tranquilidad desde luego incompatible con la alcaldía de un pueblo en el que hay muchas cosas por hacer y muchos problemas para llevarlas a la práctica. El desarrollo urbanístico, la repoblación de las 12 hectáreas de alamedas, patrimonio de la villa, el desvío del tráfico de paso, el parque del arroyo Quijorna, la regulación de las urbanizaciones aledañas y, en estos días de octubre, las fiestas, la tarea se multiplica para el nuevo equipo municipal, que cuenta, además, con una oposición agresiva que no parece dispuesta a aceptar la pérdida de sus antiguos privilegios.

Las fiestas del Pilar siguen el esquema de casi todas las fiestas mayores de casi todos los pueblos y de muchas ciudades de España. Chupinazo, pregón, elección de reinas y damas, en las categorías adulta e infantil, verbenas, bailes, pasacalles, pruebas deportivas y procesiones. El grupo flamenco Los Choqueros y el cantautor Luis Pastor son las estrellas de una programación que incluye un festival con grupos de rock de la zona: Tarugo, de Villanueva de la Cañada; Blackdream, de Alcorcón, y Alambrado Sea, de Quijorna. Y, por supuesto, encierros y novilladas como plato fuerte, imprescindibles por la gran tradición y afición taurina de los quijorneros.

Con motivo de las fiestas se ha inaugurado también una modesta exposición de poesía, fotografía, dibujo y pintura, una muestra absolutamente local donde se exhiben los primeros esbozos de artistas en ciernes de la localidad, alumnos y sobre todo alumnas aventajadas de la Escuela Taller de Pintura.

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Después del chupinazo inaugural, en la plaza del Ayuntamiento, a espaldas de la iglesia herreriana, se proyecta un audiovisual sobre Quijorna. Con un fondo de música clásica van desfilando, entre aplausos y risas de reconocimiento, viñetas de la apacible vida cotidiana de las calles del pueblo, sus casas, sus paisajes y sus gentes, escenas de fiesta y de trabajo. La ovación más cerrada es para El Linterna, banderillero local' que parece contar con un elevado nivel de popularidad.

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