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Pensiones

Mira que los recibimos bien en Madrid -bonyur, pasemesié, güelcom, están en su jaus, cosa fina señorina-, porque ésta es una ciudad hospitalaria, y los madrileños, hidalgos, y aquí no se le pregunta a nadie de dónde procede, la ciudad es suya, sírvase. Con mayor motivo, esta gente principal, que venía del FMI, diz que a trabajar y arreglar el mundo. Ministros de la Economía, altos cargos, secretarias, expertos bancarios, asesores jurídicos, que hacen su bulto, y los acomodaron en hoteles estupendos, y les pusieron limusinas, y los protegieron guardias, vengan desplazamientos a la velocidad vertiginosa que Madrid permite -unos 70 por hora, en casos de urgencia- precedidos de motoristas que avisaban con el estridente aullido de sus sirenas, coches escolta detrás, cerrando el séquito los de respeto. Calles cortadas para que pasaran. Calles atascadas porque iban a pasar. Y nadie manifestó queja ni profirió exabrupto. El sentido de la responsabilidad maridado con la buena crianza otorgaba márgenes amplísimos a las incomodidades que provocan irremediablemente los intrincados deberes de las altas esferas. Y en esto.., En esto que los ministros hablaron, y dijeron que habían de quitarnos las pensiones.Oiga, ¿las pensiones? No sólo: también se debería abaratar despidos, moderar salarios; en definitiva, congelar sueldos si no es bajarlos, flexibilizar el mercado laboral (o sea, poner en la calle prácticamente por nada a quien quiera el patrón), acabar con las pensiones de jubilación y que, en su defecto, los españoles negocien planes de futuro con los bancos. *

Al propio Gobierno español le cayó mal esta receta para salvar España a costa del porvenir de los españoles. Y a los madrileños, ni que decir tiene: los atascos ya les empezaron a parecer un dislate; los séquitos lanzados a 70 por hora precedidos de motoristas y sirenazos, una provocación. Pocas veces hubo en Madrid gente peor vista, desde la invasión francesa acá.

Comentó un ministro respecto a la propuesta aquella que parecía cosa de Abundio. Otro, que no se compagina la mejora de la economía con el empeoramiento de los ciudadanos. Sabias palabras son ésas. Mas la ciudadanía recuerda que antes de la llegada de los genios del FMI algún representante del poder político ya había toqueteado el vidrioso asunto de las pensiones. "Dicen en privado lo que no se atreven a reconocer en público", desveló el presidente de la patronal. -

De donde resulta necesario seguir con la guardia levantada aunque los dignatarios del FMI se hayan ido en buena hora, por si resurge algún otro visionario pretendiendo liquidar esta conquista social, que a su vez es un derecho adquirido y pagado a buen precio. Y algo habrá que decir al respecto. Sin ir más lejos: que no estamos en aquella Inglaterra de los primeros años del siglo en que echaron a la calle a los obreros textiles y luego contrataron en su lugar eventuales para pagarles salarios de hambre y tratarlos como esclavos. Aquél era el capitalismo sin ambages; el capitalismo en su estricta esencia, que pretende volver ahora solapadamente,. aprovechando la crisis de las ideologías; la caída del comunismo; el supuesto estado de bienestar, que es en realidad puro consumismo; la capacidad manipuladora de las multinacionales; la estrategia mendaz del llamado nuevo orden universal, que ya anunció al mundo su gran muñidor y no se le ha quitado de la cabeza.

Pero los trabajadores no van a renunciar a las mejoras y garantías sociales alcanzadas tras un siglo de arduas negociaciones, de lucha y de sacrificios. Una de ellas, la propia seguridad social, cuyos fines primordiales son gozar de salud; disponer de los medios adecuados para crear una familia, darle alimento y educación, e integrarla en la sociedad; tener capacidad de subsistencia cuando llegan la enfermedad, el accidente o la vejez. Y este abanico de prestaciones se basa en principios de solidaridad: entre los trabajadores activos y los que ya están retirados o en el paro; entre los que no tienen hijos y los que sí los tienen; entre los sanos y los enfermos; entre aquellos que lo ganan bien y los que no les llega el sueldo. Todo lo cual se traduce, a efectos prácticos, en cuotas. Es decir, que los trabajadores solidarios (y la empresas en buena parte) pagan. Se pasan pagando la vida entera. Y si ahora viene un listo y les dice que no tienen derecho a percibir los beneficios por los que han venido cotizando, a eso se le llama estafa. No hay otro nombre: estafa. De manera que mucho cuidado: estamos al tanto y en permanente alerta.

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