_
_
_
_
Tribuna:CARA Y CRUZ DEL F. M. I.
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La democracia, asignatura pendiente

Sobre la mesa, de Bretton Woods había, en 1944, dos grandes propuestas. De un lado, el plan británico, personalizado en la gran figura de John M. Keynes, orientado a buscar fórmulas globales de arreglo de los desequilibrios comerciales y financieros entre unos y otros países, mediante procedimientos de ajuste que penalizaran no sólo a aquellas economías que fueran deficitarias, sino también a las que mantuvieran fuertes y sostenidos superávit en sus balanzas de pagos. Por otra parte, el Plan White norteamericano, destinado a hacer descansar el peso de los ajustes en aquellas economías con déficit de balanza de pagos, lo que, en las circunstancias de la época, suponía que EE UU quedaba libre para poder ejecutar su política económica al margen de compromisos inter nacionales.La imposición final de las tesis norteamericanas, y la creación en Bretton Woods del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial sobre la base de la filosofía contenida en el Plan White, vendría a evidenciar los importantes déficit democráticos de unos acuerdos determinados por la desigual fuerza de los allí presentes. La clara hegemonía de Estados Unidos resultaba decisiva para el establecimiento de un orden económico a la medida del poderío norteamericano del momento, presentado bajo forma y apariencia de mecanismo de cooperación multilateral.Las dos primeras décadas de funcionamiento de las instituciones creadas en Bretton Woods transcurrieron sin mayor problema, lo que se debió no tanto a su protagonismo como a la buena marcha de la economía mundial y al prolongado periodo de expansión que siguió a la guerra.

Más información
Algunos interrogantes

Sin embargo, como es sabido, la economía norteamericana pronto dejaría de estar a la altura de las responsabilidades adquiridas. La recuperación de las economías europea y japonesa, unida a las crecientes dificultades del sector exterior de EE.UU, vendrían a poner en evidencia las carencias del orden de Bretton Woods. De ahí a la insostenibilidad del patrón monetario basado en el dólar sólo había un paso, y éste lo dio el presidente Nixon cuando, en agosto de 1971, anunció la no convertibilidad del dólar. El FMI se quedaba así sin buena parte de las funciones que le habían sido encomendadas.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Los cambios en la economía internacional afectaron también al Banco Mundial, iniciándose un proceso en el que la banca privada, necesitada de dar salida a las ingentes cantidades de dólares acumuladas, asumió el principal protagonismo en la financiación de las necesidades de las economías del Tercer Mundo, dando lugar al fenómeno de la bancarización del desarrollo. Una dinámica perversa, propiciada tanto por los bancos como por las élites gobernantes de no pocos países, que estallaría poco después cuando, como consecuencia de los cambios en la política económica de EE UU y el alza generalizada de los tipos de interés, la deuda se convertiría en impagable. Una situación que, paradójicamente, iba a dar por fin un cierto protagonismo al FMI y al Banco Mundial.

En efecto, convertidas en gestores del problema de la deuda, las instituciones de Bretton Woods iban a servir a partir de entonces para defender los intereses de los países ricos frente a los fuertemente endeudados. Si antes habían sido el exponente de la hegemonía norteamericana, en su metamorfosis lo iban a ser del poder del Norte rico frente al Sur empobrecido. Un poder expresado en programas de ajuste orientados al pago de la deuda, la cual tendrían que asumir quienes nada habían tenido que ver en su gestación: las mayorías pobres, principales afectadas por las penurias derivadas de dichos programas. De nuevo unos mecanismos de coacción serían presentados como fórmulas de cooperación, evidenciando las carencias democráticas de unas instituciones en las que cinco países tienen el 40% de los votos, en tanto 42 países africanos sólo cuentan con el 3% de los mismos.

Antes como ahora, los graves problemas y desequilibrios de la economía mundial requieren de soluciones de medio y largo plazo basadas en el consenso y la cooperación. Han pasado 50 años desde la firma de los acuerdos de Bretton Woods y hoy la situación por la que atraviesa gran parte de la humanidad no es mejor que la de entonces. Zonas enteras del mundo (es el caso del África subsahariana) viven marginadas de los flujos económicos internacionales y, en algunos casos, en situación realmente límite.

Hoy, sin duda, la democracia sigue siendo la gran ausente de las relaciones internacionales. Y ahí radica, probablemente, el mayor problema, y surge la principal exigencia que pueda hacerse a las instituciones de Bretton Woods. Nacieron para dar cobertura a un orden asimétrico y 50 años después dicha asimetría se ha visto agrandada con su concurso.

KoIdo Unceta es profesor de Economía Internacional en la Universidad del País Vasco.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_