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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El juicio del agua

LO QUE ni siquiera el rey Salomón se hubiera atrevido a zanjar, como conjeturó el ministro de Obras Públicas, José Borrell, lo tuvo que resolver ayer, como pudo, el Consejo de Ministros. Su decisión de autorizar el trasvase de 55 hectómetros cúbicos de agua -algunos menos de los barajados en un principio- desde el Tajo al Segura, para salvar de una muerte cierta las extensas plantaciones de árboles frutales de las huertas murciana y valenciana, resultará, sin duda, polémica.Pero se ajusta a la necesidad y a los principios que deben regir una política mínimamente solidaria sobre el uso y reparto del agua entre los españoles.. Desde el Gobierno se ha intentado, con buen sentido, quitar todo el hierro político posible al asunto, transmitiendo el mensaje de que no se trata de ninguna guerra del agua ni de un conflicto entre comunidades autónomas. Pero el hecho de no haberlo conseguido, a pesar de sus esfuerzos, muestra el potencial conflictivo que encierra el problema del agua en España. Además del riesgo de fisuras interterritoriales, sea por problemas reales o ficticios.

La endémica escasez de agua en vastos territorios de este país y el consumo creciente hacen perentoria una solución global sobre su aprovechamiento y distribución si se quiere 1 evitar que lo que hoy son escaramuzas locales, más o menos teñidas de rivalidades o de agravios de origen histórico, den paso el día de mañana a enfrentamientos enconados entre poblaciones y regiones en su intento de tener acceso a un bien escaso y esencial para el desarrollo humano y económicosocial.

Lo sucedido en la disputa previa al trasvase decidido ayer por el Gobierno da una idea de lo que puede suceder si un plan hidrológico nacional, consensuado y aceptado por todos-Gobierno., oposición y representantes de las regiones excedentarias y deficitarias de agua, principalmente-, no establece pronto un marco estable y un diseño de aprovechamiento y redistribución acorde con los nuevos hábitos de consumo de los españoles y con el reequilibrio territorial y socioeconómico alcanzado en España en los últimos lustros. Sin ese marco y sin ese diseño comunes ni' siquiera es posible que las partes enfrentadas se pongan de acuerdo sobre los datos. Sin referencias_y reglas claras que obliguen a todos, la realidad es lo que menos importa. Tal es la pasión que desde siempre generan las disputas sobre el agua.

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José Bono, presidente de Castilla-La Mancha, region que aporta el agua trasvasada, niega que existan los excedentes de los que la ley habla para poder realizar los trasvases. Ya antes de decidirse la medida la calificó de "acto ilícito" y "atropello". Según los presidentes de Murcia y del País Valenciano, regiones receptoras del agua trasvasada, nunca se ha trasvasado nada que no fueran excedentes. Vana disputa sin la aceptación previa y general de unas reglas básicas de referencia sobre Ja cuestión. Como lo es la generada -tampoco ha sido posible establecer la verdad de los hechos- en torno a si la salvación de la huerta murciana pone o no en peligro el suministro de agua potable a las ciudades ribereñas del Tajo.

La administración de un bien escaso, como lo es, el agua, es una tarea política ardua. Por definición, no puede satisfacer todas las demandas. Además, si bien la Ley de Aguas definió no hace mucho a éstas como un bien público unitario, es muy fuerte en municipios y comunidades la tradición que las reivindica como patrimonio exclusivo. Pero el progreso se aviene mal -hoy peor que nunca- con las actitudes autárquicas. Pueden existir diferencias políticas o rencillas entre poblaciones o regiones, pero el desarrollo de todas ellas es imposible si se dan la espalda al surgir cualquier problema. Nadie debe ignorar que el agua es un elemento estratégico para el desarrollo armónico del conjunto de la sociedad. Algunos analistas han predicho un siglo XXI con el agua como principal fuente de. conflicto entre los Estados" más aún que el- petróleo en el siglo que concluye. Peto resulta absurdo que España, seca, sí, pero no desértica, intente convertirse en pionera de tales guerras.

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