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CUMBRE DEL G-7

Japón cubre el expediente

TERRY McCARTHY Cuando el nuevo primer ministro socialista japonés, Tomiichi Murayama, llegue a Nápoles mañana viernes para asistir a la cumbre del Grupo de los Siete, tendrá una, ventaja sobre sus seis socios: nadie espera que tome decisión alguna o haga concesiones. De hecho, en un encuentro con los periodistas extranjeros, un alto cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores dijo que la agenda de Murayama para el viaje consistía de tres principios: no decir nada, sonreír a las cámaras y; bajo ninguna circunstancia, perder el avión de vuelta a casa.

Éste es el confuso estado de la política japonesa, después de que un socialista de toda la vida se haya aliado con sus antiguos enemigos, el Partido Democrático Liberal (LPD), en un matrimonio de conveniencia. La cumbre de Nápoles tratará del crecimiento global y la lucha contra el paro, pero la segunda economía del mundo apenas participará.

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A causa de las desavenencias políticas entre los socialistas y el LDP, Murayama presentará una anodina lista de propuestas, sobre cómo Japón piensa estimular más su economía, continuar con la desregularizaciónY, al mismo tiempo, contribuir a estabilizar los mercados de cambio.

La principal medida del paquete de estímulo doméstico será la prolongación de los recortes del impuesto sobre la renta más allá del presente año. Pero las disputas con el Ministerio de Finanzas sobre cómo financiar esta rebaja fiscal -por valor de 6 billones de yenes este año (7,86 billones de pesetas)- dificultan el compromiso a más largo plazo. Los socios comerciales de Japón le han pedido que reduzca la presión fiscal para estimular la demanda doméstica y aumentar las importaciones.

Tokio ofrecerá también una lista de medidas liberalizadoras, hecha pública a finales del pasado mes, con las que pretende flexibilizar la entrada de importaciones de materiales de la construución, equipos de telecomunicaciones, alimentos, productos farmacéuticos, cosméticos, derivados del petróleo y coches. Pero estas propuestas, elaboradas por los burócratas mientras los políticos se preocupaban de las batallas parlamentarias, son bastante vagas y podrían posponerse indefinidamente. Más urgente, desde la perspectiva de Tokio, es lograr un acuerdo en el G-7 para estabilizar el tipo de cambio del yen con el dólar. Los exportadores japoneses han visto con horror cómo se apreciaba su divisa hasta cotizar por debajo de los 100 yenes por dólar, un valor al que pocos se pueden permitir exportar y ganar dinero. Se espera por ello que Murayama pida en Nápoles un comite especial.

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