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"Estamos olvidando el pasado para construir una nueva nación"

Nelson Mandela reconoce que muchos criminales del régimen del apartheid nunca pagarán el daño que causaron, pero el nuevo presidente de Suráfrica considera que su mayor castigo sera la obligación de servir a aquellos a los que intentaron suprimir con todo su empeño. La entrevista se desarrolla horas después de que el Ministerio de Justicia anunciara una amnistía para todos aquellos que cometieron crímenes antes del pasado 5 de diciembre, siempre que confiesen ante una comisión de la verdad, que será creada en el futuro. La comisión prevé estudiar ' 15.000 asesinatos perpetrados desde 1990 y someterá sus conclusiones al presidente, quien tendrá la última palabra sobre quienes deben beneficiarse del perdón.Mandela anticipa que la amnistía no será total. "Los que defendieron el apartheid a base sentarse a planear asesinatos de personas que sólo pedían la igualdad nunca serán perdonados".

Sobre algunos miembros del Partido de la Libertad Inkatha, vinculados a una tercera fuerza que instigaba enfrentamientos entre grupos políticos rivales y que ahora se sientan en el Parlamento, Mandela asegura: "Si una persona ha cometido un crimen, el hecho de que esté dentro o fuera del Parlamento no hace ninguna diferencia. La policía actuará contra ellos. Lo que nos preocupa es asegurar la unidad del país. Si la gente está dispuesta a cambiar su punto de vista, tendremos que trabajar con ellos a pesar de las posiciones que hubieran defendido en el pasado".

"Considere el caso de De Klerk [ex presidente de Suráfrica]: No puede haber mayores criminales que los miembros del Partido Nacional. Todos los demás, por muy condenables que sean, no son tan importantes como los que pusieron en marcha la política de matar seres humanos para evitar un triunfo de la democracia. Pero estamos trabajando con ellos y olvidando el pasado porque contribuyen a construir una nueva nación. Su castigo es que ahora van a servir bajo aquellos a los que intentaron suprimir".

La natural cortesía de que hace gala el joven septuagenario Mandela se ha extendido a la esfera política. Es la política del Congreso Nacional Africano que, pese a su arrolladora victoria en las elecciones, no lleva a cabo el clásico cambio revolucionario que sustituiría de golpe a un bloque de funcionarios por otro.

La secretaria de Mandela sí es nueva, y negra, lo mismo que su secretario de prensa. También ha cambiado la bandera que hay tras la mesa del presidente; pero un gran escudo de bronce con el antiguo lema surafricano, "ex unitate vires", sigue colgado de la pared. ¿No ha pensado el presidente en quitar ese escudo?

"Tenemos que llevar a. cabo muchos cambios en el país desde el punto de vista de los símbolos: nombres de ciudades, pueblos, aeropuertos, edificios y calles. Pero esto es algo que no puede hacerse atropelladamente. Las oficinas que ocupamos, la sala de consejos, el Parlamento donde nos reunimos, son lugares donde antes se concebía una política diabólica. Si fuéramos coherentes, no deberíamos reunirnos aquí, no deberíamos reunirnos en aquel Parlamento, sino en la sabana abierta. Tenemos que sentarnos a trazar un plan y, como constructores de la nueva Suráfrica, no debemos ignorar los sentimientos de quienes han perdido el poder".

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Mandela trata de buscar una vía intermedia entre las aspiraciones de los negros y los temores de los blancos. Según dice, su preocupación esencial era asegurar que el Gobierno de unidad nacional se mantuviera para cumplir el objetivo que le da nombre. En él se dan cita el Partido Nacional e Inkatha, y no falta el enemigo número uno del ANC, Mangosuthu Buthelezi. ¿Cabe imaginar una mezcla más extraña en un Gobierno? ¿Qué posibilidad tienen de trabajar juntos con eficacia?

"A esa pregunta ya se ha contestado. El país tiene un espíritu nuevo. En los primeros consejos de ministros desaparecieron todos los clichés que habían salido a la luz en las elecciones, y la gente trata ahora de encontrar la forma de mejorar la vida de los ciudadanos. Claro que hay diferencias, y el líder debe estar siempre alerta para asegurar que tales diferencias se resuelven".

.¿Cómo ha cambiado su vida en el último mes? "No mucho, tan sólo un poco más de protocolo". Se decía que su deseo era permanecer en su casa de Houghton, un suburbio de Johanesburgo, en lugar de trasladarse a la residencia presidencial. ¿Es cierto?

"Sigo viviendo allí, y quería quedarme allí y viajar cada día a los Union Buildings, pero los encargados de seguridad, lo mismo que colegas como De Klerk, me dijeron que me quedara aquí, en Presidencia". ¿Es posible que esta curiosa nostalgia por algo tan reciente revele una grieta en su armadura? ¿Es en el fondo un sentimental? "He vivido casi tres años en esa casa. Tiene un ambiente cálido y familiar. Allí estoy con mis nietos y las señoras que ayudan en la casa. Tengo buenos vecinos y no hay formalidades rígidas, aunque la policía ha acampado allí dentro. Me gusta estar allí; puedo relajarme".

Los nietos -tiene veinte- dieron la clave para llegar al hombre o, al menos, a un resquicio del hombre. Así contestaba a la pregunta de si habla nacido líder o había llegado a serlo: "No puedo compararme con la juventud de hoy. Saben mucho más de lo que yo sabía a su edad. Mi nieto, con cuatro años, me hace preguntas y sabe cosas que yo jamás habría imaginado, incluso con 12 ó 16 años. Me pregunta, ¿por qué el señor De Klerk te metió en la cárcel?, o ¿qué va a hacer por nosotros el ANC? ¿Fue el ANC quien te llevó a la cárcel? ¡Es sorprendente!"

El orgullo de abuelo le ablanda y parece el momento de preguntarle qué hará cuando se retire, después de -como insistió que haría- completar su mandato de cinco años.

"Hacer todo aquello que me he perdido: estar con mis hijos, mis nietos y mi familia; poder sentarme y leer lo que quiera. Mire, una de las ventajas de la cárcel, y eso que es una tragedia pasarse 27 años en la cárcel, es la de poder sentarse y pensar. Es una de las cosas que más hecho de menos, no tener tiempo para leer novelas, que es algo que me encanta. Es lo que desearías hacer para desarrollarte.

Pero, antes de llegar a la etapa de desarrollo personal a los ochenta, su pasión seguirá siendo la política. Cuando declara que dar trabajo y vivienda a los pobres es su prioridad en el Gobierno, lo dice de todo corazón. Cuando, en el multitudinario anonimato de los mitines negros, dice que los ama a todos, lo dice de verdad. Y también hay hoy una semilla de ese amor para las anónimas masas de blancos.

¿Le sorprendió el grado de adaptación de los blancos a los cambios políticos? La pregunta le entusiasma: "Sabe, eso es muy cierto; sí. Mire la señora que trajo el te. Es increíble la forma en que se han ajustado a la nueva situación. Fíjese en políticos como De Klerk. La manera en que se han ajustado a su puesto en la función pública".

¿Qué explicación encuentra para todo ello? "Creo que es la propia naturaleza humana. La gente quiere paz y seguridad para ellos y sus hijos. Creo que hay muchos hombres y mujeres que quieren contribuir al desarrollo de Sudáfrica; tienen ahora una oportunidad para ello y la están aprovechando".

"Es admirable ver a los agricultores afrikaner hacer cola para votar con sus trabajadores negros, y charlar con ellos. Es admirable,", dice sonriente, mientras aparta la mirada como para saborear el sueño de toda una vida, ahora hecho realidad. "Admirable, admirable..."

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