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González y Aznar no interesaron a los telespectadores

Manuel Rivas

González y Aznar no lograron interesar a una número significativo de espectadores. A distancia abismal de los diez millones de personas que siguieron sus dos cara a cara del pasado junio, en la madrugada del viernes y por separado, sólo concitaron el interés del 4% de quienes en ese momento estaban viendo la televisión. Aún así, González (Antena 3), con una media de 1.758.000 personas, superó a los interesados en Aznar (1.300.000), en Tele 5.Dice Morris West que los poderosos son tan sensibles como anémonas de mar. Si se les toca se encogen. González parece todo lo contrario de una anémona de mar. Los ojillos, la bolsa de los párpados, la forma de embridar el morro es la del jabalí. No un joven jabato inconsciente, sino el jabalí resabiado que otea la partida de caza y se dispone a plantar cara. El jabalí herido estaba en su sitio: Tiempos difíciles. Si González fuese una anémona, se habría contraído a la primera pregunta de Campo Vidal, en Antena 3. La cita histórica de Josep Pla "aquí nada funciona excepto el Banco de España y la Guardia Civil"- sonó como un tiro de espingarda. Pero el jabalí terminó el programa mostrando una desafiante sonrisa de colmillos.

Como el lobo de la historia estaba en Tele 5, ésta iba a ser la noche del espectador bicéfalo, de la alternancia de poder por mando a distancia. Lo bueno de la democracia dice Karl Popper, es que uno puede echar al Gobierno. Ayer en Telépolis, apretando un botón podíamos rematar al jabalí herido, echar a Felipe y meter a Amar. O viceversa. Incluso podíamos echar a los dos e irnos de bingo a ¿Qué apostamos? Pero la democracia virtual de Telépolis terminó en una conocida estampa costumbrista: España bostezaba.

Antena 3 y Tele 5 eran como dos cañadas sin punto de encuentro. Por una iba el lobo, y por otra, el jabalí. Se ignoraban. Por la cañada de Antena 3, el jabalí iba rápido, resuelto, con los ojillos brillantes en la adversidad. Por la cañada de Tele 5, inútilmente espoleado por los tres periodistas de Mesa de redacción, iba un lobo remolón. Luis Mariñas se dio cuenta pronto de que esa noche no habría caza, ni pieza, ni nada. Cuando Aznar citó a Marañón en aquel escenario de cromas, esfera armilar y ciberespacio, Mariñas supo que todo estaba perdido. Fernando Jáuregui estaba desesperado. Llegó a exclamar: "¡Se nos está escapando vivo!". Sólo le faltó reprender: "Pero, hombre, Aznar, ¿qué clase de lobo es usted?". Y ésa sería la pregunta. Porque, en realidad, Aznar es un lobo marino.

El jabalí estuvo más vistoso. Pero fue el lobo marino quien en realidad consiguió su propósito. El jabalí no se quería marchar. El lobo no tenía prisa por llegar. Y, efectivamente, nadie tenía miedo. Telépolis dormía profundamente.

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