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El Getafe aniquila al Alavés camino del ascenso

El Getafe necesitó más de una hora para superar la sensdación del que cree jugar en campo ajeno. Los 1.500 aficionados que acompañaron al Alavés convirtieron Las Margaritas en una sucursal de su propio campo y trajeron en jaque a la parroquia local, tradicionalmente muy aséptica e ineficaz a la hora de dar cumplida respuesta. Sólo el gol de Mariano silenció a la hinchada vasca. Tuvieron que pasar 77 minutos hasta que los getafenses se olvidaron del exilio.Con tan particular regresión, el Getafe supo manejar un partido difícil, incómodo, no apto para espíritus débiles. Contaba, eso sí, con una ventaja: el Alavés necesitaba puntuar en Las Margaritas para seguir manteniendo aspiraciones de ascenso. Así, el técnico vitoriano, José Antonio Irulegui, diseñó un esquema ambicioso y agresivo, de líneas muy juntas, a veces confusas, y tres delanteros dispuestos a que Caballero doblara el espinazo varias veces junto a la red.

Marrullerías alavesas

Los alaveses desplegaron un amplio repertorio de marrullerías, empujones, agarrones y tarascadas. El efecto fue inmediato: el centro del campo del Getafe desapareció.

Hasta el tramo final del partido, los getafenses no supieron superar el esquema de los visitantes. Entonces se decidieron a tocar el balón. Blanco, Rafita y Julián conformaron un molesto triángulo para los vitorianos, que acabaron cometiendo su primer error grave en defensa.

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Mariano aprovechó la concesión, silenció a la hinchada vasca, sacó a la parroquia local del escepticismo y llevó a su equipo hasta Las Margaritas. Recuperado el escenario natural de los getafenses y con un Alavés volcado, Rafita se encargó de remachar el resultado cuando el público pedía la hora.

El Getafe salvó la cara gracias al excelente partido de Pedro y al coraje de Lucio, que se apropió de la banda derecha. El Getafe ha variado su táctica desde el inicio de la campaña y ha llegado a la lotería de la promoción convencido de su juego. Olvidada la costumbre de marcar en la primera media hora, los getafenses, con más o menos apuros, dejan madurar los partidos y aprovechan el mínimo resquicio, es decir, juegan al engaño.

El engaño

Un engaño en el que también picó Irulegui. Convencido de los problemas locales para hilar jugadas de peligro, el técnico vasco introdujo a Samaniego y Mújica, dos hombres de contención, y dejó solo a Alex en punta, apostando por un reparto de puntos que aplazara las soluciones.

El entrenador del Getafe, Luis Sánchez Duque, reafirmó el quiebro retirando a Guerrero y a Jaime y dejando a Julián en- la delantera. Con dos esquemas prácticamente idénticos, el Getafe dispuso de más tiempo para pensar y distrubuyó la pelota con cierto criterio ante el muro defensivo contrario.

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