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Jalabert se aprovecha del miedo

El pelotón, con la mente puesta en la subida de hoy a Sierra Nevada

Carlos Arribas

Decía Manolo Saiz: "No, no trabajaremos para que Jalabert gane ninguna etapa. De qué nos iba a valer. No se va a poner de líder". Desde entonces, el martes por la mañana, hasta ayer, el francés del ONCE ha logrado tres triunfos parciales. No se ha puesto de líder, pero que le quiten lo bailado. Seguridad en sus fuerzas, confianza y ambición mostró Jalabert. Saltó de lejos, cuando aún podía ser remontado, pero aguantó. Su victoria fue el fin de una semana inglesa en la que la Vuelta se ha dedicado a entrar en calor. El tomate empieza hoy.Las teorías de Juan Fernández son eso, teorías, hasta que no se demuestre lo contrario. Tira el director del Mapei y de Rominger de que la diferencia de desarrollos entre llano y montaña y la irrupción súbita de Sierra Nevada en la sexta etapa pueden hacer mucho daño. Es como aquello de no corras que es peor, o poner la venda antes de la herida. El técnico granadino se desenvuelve a la mil maravilla en los terrenos de hablar y no decir nada. Mientras no me cueste una pedalada de más mantener el liderato, no veo por qué había de quejarme por llevarlo", dice. Y los demás pensando que quería regalarlo. Eso era antes. Que con Sierra Nevada la Vuelta entra en harina. Y Tony Rominger "¡Jopé! cómo va", dice Mínguez. "Parece que está subido en una moto, que aprieta el puño, mete gas y pone a todos en fila de a uno cuando quiere". Se verá obligado a decir que lo que ha hecho hasta ahora no eran fuegos artificiales; que va en serio; que va a ganar la Vuelta, su tercera Vuelta consecutiva, sin dar opción. ¿"Qué quieres, que nos retiremos?", vuelve a decir Mínguez. Y se calla. Y piensa en unas cuantas trampas. Y estrategias dialécticas. Siembra las dudas, dice el dicho.

Es el primer final en alto -un puerto largo, como el Sestriere por el lado italiano, 30 kilómetros, con unos cuantos fuertes al principio, relajación en el centro y más verticalidad al final- y los deseos se hacen públicos: Oliverio Rincón ganará. Y no deja de tener miga la historia. Se trata de crear disensiones. Son los deseos.

Resulta que Oliverio Rincón corre en el ONCE, el equipo de Alex Zülle. Y que este joven suizo es el líder declarado de Manolo Saiz. Y dice Zülle: "Es una gran ventaja contar con Oliverio en mi equipo. "Él me subirá, trabajara para mí, no me dejará tirado, y cuando al final mire a los ojos de los que me acompañan en el grupo selecto y lea que están cansados y que no pueden más, y cuando sienta a Rominger, que irá delante, marcando el ritmo, y cuando vea a Rominger cansado, entonces cambiaré de marcha, daré más velocidad a mi pedaleo y me largaré. Y pies para qué os quiero. Y espero que sea así. Y, si no, llegar con todos". Y dice el escalador colombiano, antiguo empleado de Mínguez: "Yo haré trabajo de equipo, pero si veo que tengo opción de victoria intentaré ganar. Porque me han dado carta blanca y me han dicho que si me veo fuerte que tire para adelante. Pero trabajaré en equipo". Y esas contradicciones son los deseos de los rivales. En el fondo se trata de lograr que el trabajo de uno sea negativo para los que le pagan y pueda ser aprovechado por los rivales. Que el ciclismo es un deporte individual, pero trabajado en equipo y decidido tanto por las piernas que mueven los pedales como por los cerebros que manejan el volante.

Pero llega Manolo Sáiz y te dice mira cómo tiemblo; que soy perro viejo; que aunque gane Oliverio y se quede mi líder por detrás; que aunque Zülle no aguante, no pasa nada; que yo ya he ganado una Vuelta saliendo con Marino Lejarreta como líder y sacándome a otro de la manga; que yo ya he ganado con Melcior Mauri.

"Por un lado está bien, que Oliverio siembre la duda, que no sepan a qué carta quedarse; pero por otro está peor, que el ONCE cuente con dos bazas para la victoria", dice, más sereno Echávarri. Y eso sin contar con Rominger, que parece que al suizo veterano hay que echarle de comer aparte. Aunque no desdeña Echávarri lo que la Vuelta supone de trabajo previo. Lo que supone de lograr desgastar al suizo inoxidable, de conseguir que sude para ganar su tercera Vuelta, y de obtener un gran botín, que Rominger empiece a perder el Tour en las carreteras españolas. Hoy será, en cualquier caso, una primera piedra de toque más cercana. Sin comparación con lo que allí sucederá, claro. Sin Induráin.

Idealismos aparte, en el Banesto, el equipo de Delgado, Montoya y Mauri, hay precaución. "Claro que tenemos muchas piezas para intercambiar", dicen en su cuartel. "Tenemos cuatro o cinco alfiles que podemos cambiar por unas cuantas torres, pero lo malo sería cambiarlos por peones, o que al final uno de nuestros alfiles sea rey".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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