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Reportaje:

Antoñete echó a las nubes de Chinchón

El torero cortó una oreja y arrancó los aplausos de la afición

¿A qué santo hay que rezar para que un domningo que amanece gris donde los haya, precedido de un sábado en que las lluvias anegaron Madrid, acabe echando a patadas a las nubes? Quizá lo sepa Antonio Chenel, y las unas monjitas cuyos rezos pudieron ahuyentar ayer el agua del coso de la histórica plaza Mayor de Chinchón. El maestro, que reaparecía, arrancó aplausos con cuatro bonitos lances y una media. El cartel incluía también a Tomás Campuzano (que sustituyó a Manolo Sánchez), Juan Mora, Andrés Caballero, Miguel Rodríguez y óscar Higares, con toros de la ganadería de Sancho Dávila.Al final, hasta los paraguas se convirtieron en sombrillas para quitar un sol pegajoso y otoñal, de esos que llaman de agua. Se comentaba, en Chinchón que no ha habido una sola suspensión en los 43 años que tiene el festival, quizá por ser a beneficio de la residencia de ancianos de San José, regentada por una congregación de monjitas que pasan la última semana rezando para que no llueva.

Como manda la tradición, a mediodía se cerró la plaza Mayor del pueblo, convertida en un coso taurino y embarrado, para empezar la requisa, que exige la compra de entrada a todo aquel que quiera quedarse en el recinto. A partir de ahí, los porteros tienen orden rigurosa de exigir el boleto a todo aquel que quiera entrar.

El Polvorilla

Uno de esos cancerberos, el matador Jesús Ruiz, apodado El Polvorilla, es generoso con una familia japonesa que no quiere echar más que un vistazo para llevarse un trocito de la fiesta en su cámara de fotos. El Polvorilla es tataranieto del hombre que tiraba los cohetes en los primeros festivales benéficos.

Todo Chinchón vive la fiesta taurina y a Chinchón acuden forasteros que pasan aquí la jornada. En un día como hoy se cuecen más sopas de ajo y se asan más corderos que en una tarde normal. Huele a anís y a leche frita. Las tahonas producen a destajo esos panes barnizados en forma de rosetón, más ornamentales que nutritivos, y que se regalan a los diestros cuando la faena sale bien.

También se preparan y se venden pastas de anís y bollos de aceite, tortas de manteca y otras delicias dulces y artesanas.

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Desde Motril, una familia inglesa visita Chinchón y se topa con este festival. Ven los toros con su hijo de seis meses. "Ésta es la segunda vez que el niño viene a los toros. Nos gusta la fiesta porque pensamos que en el año 2000 quizá nuestro hijo no pueda ver una cosa como ésta". Cerca de las siete de la tarde, óscar Higares, revolcón leve y oreja, puso punto final al festival.

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